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La perversión de la política

No hay nada que nos robe más la ilusión de que las cosas cambien de manera profunda en el país que ver a la clase política metida en un lodazal, desprendida de cualquier sentimiento de patriotismo. Cuando vemos la forma en que nuestros representantes se alían para delinquir y no pueden hacerlo para buscar el beneficio ciudadano, pareciera que la impotencia nos gana y derrumba.

Hace tiempo que el Senado viene siendo protagonista de todo tipo de vandalismo legal por estar manejado por la mayoría circunstancial de un sector que está acostumbrado a ser perdedor y disfruta de este poder pasajero cometiendo todo tipo de tropelías, sintiéndose por encima de las leyes y de nosotros, las personas comunes, que ni siquiera figuramos en el mapa de sus intereses.

Esta semana hemos visto como esa perversión alcanzó su punto más álgido. Disidentes e izquierdistas decidieron que el Senado debía evitar la sanción de la ley que prorroga el plazo de concesión de un tramo de la ruta 7 para el consorcio Tape Porâ por 30 años más. Aducían que la pretensión del Ejecutivo y el sector oficialista del Congreso era inconstitucional, pero lo que realmente les molestaba era que HC pudiera concretar un acuerdo cuyos beneficios para la ciudadanía durarían mucho más que su mandato.

Cuando el caso se les escapó de las manos y la ley fue sancionada a pesar de sus entuertos, entraron en corto circuito y armaron un circo tan burdo que si no fuera porque este país y su gente soportan cualquier cosa, estos legisladores habrían sido escrachados públicamente.

Y fue allí donde los vimos como en realidad son, ventajistas, prepotentes y sin ningún respeto a la institucionalidad que dicen defender. Convocaron a una sesión extraordinaria al solo efecto de modificar el acta de la sesión en la que la ley había quedado sancionada con 20 votos contra 18. Y en esa sesión extra tacharon el resultado y pusieron que hubo empate de 20 a 20. Cuando se votó esta aberración, ni siquiera había quórum, pero eso no les importó. Absolutamente descontrolado, el presidente de la cámara, que aspira a ser presidente de la República, Mario Abdo Benítez, ordenó a los gritos que se vote, cortando el debate de manera abrupta, pretendiendo que no se note que no estaba la cantidad de senadores necesaria para siquiera sesionar.

El martes pasado, los disidentes y sus aliados violaron de manera alevosa la Constitución y el reglamento interno de la cámara. Justamente ellos, que gritaron a los 4 vientos que se oponían a la prórroga a Tape Porâ por ser inconstitucional demostraron lo poco que les importan las normas vigentes si es que estorban a sus oscuros intereses.

La gran lección que nos deja el caso Tape Porâ es que el sector que presume de democrático y honesto es tan venal y corrupto como ese al que siempre criticó. Con esto nos referimos a las bancadas de izquierda de la Cámara de Senadores, porque la disidencia colorada proviene del stronismo, así que eso de violar leyes y abusar del poder es algo a lo que sus representantes están acostumbrados. De hecho, están demostrando ser excelentes maestros de sus socios de ocasión.

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