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La política como negocio

A cada tanto ocurren hechos que nos demuestran lo bajo que ha caído la clase política nacional, pervirtiendo una vocación que debiera estar inspirada en la búsqueda del bien común. Hace tiempo que parecemos resignados a no tener patriotas a cargo del manejo de la cosa pública, pero cuando la desvergüenza supera todos los límites tolerables el sentimiento de impotencia se vuelve desesperante.

Lo ocurrido en el movimiento Honor Colorado en las últimas semanas da prueba de que por más nobles que pudieran parecer las motivaciones que inspiran la creación de un sector político determinado, siempre habrá gente que aproveche los espacios buscando beneficios personales.

Juan Afara fue compañero de ruta de Horacio Cartes durante casi 4 años. Parecía, hasta hace poco, que ese maleficio que había atacado con saña las relaciones entre el presidente y el vicepresidente de la República había quedado superado. La dupla se llevaba bien y mostraba un Ejecutivo consolidado y firme, dedicado a gobernar para el país.

Pero bastó que el jefe de Estado diera muestras de preferencia hacia Santiago Peña para ungirlo como su delfín y convertirlo en el candidato de Honor Colorado en las internas a la Presidencia de la República para que se notara la falsedad del vicepresidente; porque durante casi 4 años, Afara no trabajó por el bien del país sino para posicionar su imagen de tal manera que no hubiera más alternativa que convertirlo en el sucesor de Cartes.

Afara quiere ser presidente de la República y ante la evidencia de que, de lograrlo, no será con la bendición de Cartes, quemó naves y se alejó del oficialismo, mostrando un desparpajo tal que sorprendió hasta a personas que presumían de conocerlo y que ni siquiera habían captado el nivel de ambición que guardaba profundamente en su interior.

Por eso dejó Honor Colorado y se acercó a un frente que se define como “anticartista”, mostrando en una sola palabra sus objetivos reales, atacar al presidente de la República impidiendo que el modelo de gestión que se ha impuesto en estos años tuviera continuidad, sin importar que haya redundado en beneficios para la ciudadanía.

Así que de ser fiel soldado de Cartes, en un golpe de timón, el copiloto pasó a convertirse en rabioso anticartista. Y que nadie piense que fue por diferencias políticas o de gestión gubernamental. Sencillamente, ahora le tiene rabia porque no lo eligió como candidato a sucederlo. Lo mismo que hace 2 años ocurrió con Mario Abdo Benítez, quien no pudo aceptar que el jefe de Estado no lo hiciera su candidato a la Junta de Gobierno.

Lo increíble de todo esto es que Afara no buscó un nuevo movimiento con la intención de llegar a la candidatura para el 2018 por esa vía. Él sabe muy bien que, a pesar de toda la campaña a su favor que pudiera hacer Nicanor Duarte Frutos, el candidato del frente será Abdo Benítez; por ninguna razón de peso, ni porque sea mejor que el vice; lisa y llanamente lo será porque Colorado Añetete tiene más gente que cualquiera de los otros movimientos opositores al cartismo.

A pesar de su aparente seriedad y sus aires de hombre de bien, Afara ha demostrado ser un mercader de la política. Lleva años dedicado a la actividad con una sola intención, ser presidente de la República. Y ha quedado claro que, para conseguirlo, está dispuesto a vender lo que tenga, sin ninguna vergüenza.

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