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La viga en el propio ojo

Varias lecciones pueden aprenderse del último escándalo que involucra a un diputado añetete en una relación con un jefe narco que fue detenido recientemente y su red desmantelada. Pero la que queda marcada con fuerza es que nadie puede lanzar el dedo acusador contra nadie, presumiendo de impoluto, si no está cien por ciento seguro de que su entorno comparte su mismo entusiasmo por la legalidad y la honestidad.

Durante los 5 años de gobierno de Horacio Cartes, opositores y los entonces disidentes intentaron vincularlo con todo tipo de negocio relacionado con drogas, ya sea en el tráfico como en el lavado de dinero, sin aportar pruebas, pero con un convencimiento rayano en la obsesión.

Y en los últimos meses, su amistad con el brasileño Darío Messer le supuso una persecución implacable, a tal punto que en el Legislativo se conformó una comisión bicameral, supuestamente para investigar al empresario extranjero, pero que tiene la “sagrada misión” de encontrar alguna cuestión que vincule a Cartes con el prófugo.

Messer ni siquiera está investigado por narcotráfico, y tampoco necesitaba financiar ninguna campaña política de Honor Colorado y, mucho menos, la del expresidente, que siempre contó con dinero suficiente para no deber favores a nadie. Lo único que había entre el brasileño y Cartes era amistad, y el entonces presidente de la República lo asumía sin problema, de cara al público.

Esto le bastó todo tipo de escarnio de una clase política rastrera y oportunista, que acomoda las cosas a su conveniencia y es incapaz de ver la viga en el ojo propio, porque está demasiado ocupada buscando la paja en el ajeno. Tanto despelote, tantas denuncias, tanto escándalo y rasgado de vestiduras hablando de los negocios del expresidente, y ahora resulta que no solamente tienen a un diputado posiblemente involucrado en el narcotráfico, sino que, además, el mismo reconoció que un capomafioso aportó dinero para la campaña del movimiento añetete, esto es, para la elección de todos los candidatos de la lista que ganó las internas coloradas y luego consiguió la victoria en las generales.

Si la decisión de luchar contra la corrupción y la delincuencia fuera tan seria, uno esperaría que la cúpula del movimiento a nivel nacional, departamental, el mismo gobernador de Alto Paraná, no hubieran perdido ni un minuto para dejar sentada una postura firme que los desmarque de las sospechas que pesan sobre Ulises Quintana, miembro del movimiento y, presuntamente, involucrado con el narcotráfico de la zona.

Pero no fue así. De manera absurda e inexplicable todas las principales figuras de Colorado Añetete están desaparecidas. Hasta Juan Ernesto Villamayor,  el ministro del Interior que no desaprovecha un micrófono cercano para hacer declaraciones, ha evitado a los medios a fin de no tener que dar su opinión sobre Quintana y el aporte de la mafia a la campaña abdista.

Hasta podemos pensar que ellos no tenían idea de lo que ocurría, y como la ley vigente no exige identificar a los aportantes de las campañas electorales, pues no había necesidad de que supieran el origen del dinero. Pero, ¿por qué tanto silencio? Si son inocentes y cayeron como ingenuos, ¿qué les cuesta asumirlo? Es lo mínimo que debieran hacer para que desaparezca este oscuro manto de sospecha que ahora pesa sobre todo el movimiento añetete.

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