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La vuelta de Jack “el destripador”

Es cierto que hasta Jack “el destripador” podría haber denunciado en su momento a un homicida y que eso probablemente hubiera ameritado la intervención de los organismos de seguridad de Inglaterra para aprender al delincuente. Pero de todos modos seguiría siendo el homicida serial que aterrorizó de Whitechapel, en Londres, a finales del siglo XIX, y por tanto merecedor de un ejemplar castigo. Es algo parecido a lo que ocurre hoy en el Brasil, en donde los escándalos de corrupción, en el que se vieron envueltos altos funcionarios y dirigentes del Partido de los Trabajadores, terminaron socavando los cimientos del gobierno de Dilma Rousseff, quien por decisión del Congreso debió abandonar el Palacio de Planalto, al cual resulta impensable que retorne al término del juicio, dentro de 180 días. Ahora bien, los promotores del “Impeachment”, es decir los denunciantes, que hoy manejan las riendas del poder político en el vecino país, son el equivalente a aquel terrorífico personaje inglés, a “Jack”, aunque se llamen Michel, quien por cierto es de…Temer, y no solo para sus compatriotas sino también para los intereses de nuestro pueblo.

Para empezar, sobre el actual presidente interino de la potencia sudamericana pesan las mismas acusaciones que llevaron a la separación de Dilma de la presidencia, por lo cual, si el Parlamento del Brasil fuera medianamente coherente, también debiera suspenderlo en sus funciones, cosa que obviamente no va a suceder. Pero para continuar, basta observar a quiénes nombró como ministros de su Gabinete para concluir que “el remedio puede ser mucho peor que la enfermedad”.

Según publicaciones del diario Folha de Sao Paulo, “de los 23 miembros del Gabinete de Temer, siete están procesados o investigados y doce recibieron donaciones de compañías involucradas en el escándalo de corrupción en Petrobras”. Su jefe de Gabinete, Eliseu Padilha, exministro de Aviación Civil en el gobierno de Dilma, aparece reiteradamente en las declaraciones delatorias de la operación “Lava Jato”, formuladas por inculpados que por esta vía son beneficiados con una menor condena.

Lo mismo sucede con el economista y exsenador por el PMDB, el partido de Temer, Romero Jucá, ahora ministro de Planificación, Desarrollo y Gestión, así como con Henrique Eduardo Alves, a cargo de la cartera de Turismo. El nuevo ministro de Salud, Ricardo Barros, está siendo investigado por fraudes en licitaciones. Gaddel Vieira Lima, quien ocupa el cargo de secretario de gobierno, fue citado igualmente por sospecha de soborno y negociado. Y la lista parcial, porque nombrar a todos sería muy extenso, se completa con Bruno Araujo, actual ministro de Ciudades, que figura en la lista de supuestas “donaciones” realizadas por la contratista “Odedrecht”, incautada en una de las etapas de la operación “Lava Jato”, al igual que Raúl Jungmann, ministro de Defensa.

No podemos dejar de mencionar a dos piezas claves del nuevo gobierno. Una de ellas es Eduardo Cunha, el hasta hace dos semanas jefe de la Cámara de Diputados, a quien el Supremo Tribunal lo separó del cargo por las evidencias sobre su participación en el escándalo de la Petrobras. La otra, el flamante Canciller José Serra. Un enemigo declarado de nuestro país, según el cual “Brasil hace filantropía con el Paraguay en Itaipú”, o sea, nos da algunas migajas de puro “bueno”. Y no satisfecho con tamaño disparate, arremetió no hace mucho tiempo contra la figura del presidente de la República, responsabilizándolo por los cigarrillos que ingresan de contrabando al territorio brasileño, lo cual no debe sorprendernos, atendiendo a su condición de esbirro de la poderosa tabacalera “Souza Cruz”.

La situación por la que atraviesan nuestros vecinos es verdaderamente penosa, salida de una auténtica tragicomedia, en la que “Jack” ha vuelto, ahora al frente de toda una pandilla y en el ejercicio del poder, pero no a Londres, sino a Brasilia.

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