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Lamentable afán de “figuretismo”

Nadie con tres dedos de frente puede pensar que el presidente Horacio Cartes haya designado vocero suyo a Javier Zacarías Irún, por varios motivos, entre ellos, que el apoyo del político de Ciudad del Este pareciera más bien de fachada y conveniencia que sincero y permanente. Además, en el entorno del jefe de Estado hay gente con mucha cintura política, acostumbrada a enfrentar a los medios con solvencia y claridad, algo que, claramente, no son atributos del esteño.

Pero a él le gusta hacerse pasar por vocero, así que entra al Palacio o Mburuvicha Róga, se pierde en alguno de los pasillos y después de unos minutos se para ante los micrófonos a soltar alguna barrabasada con la que, pretende, interpretar el pensamiento de Cartes. Hasta ahora nadie ha salido a desmentir su condición de intérprete de las intenciones del jefe de Estado, posiblemente porque su incidencia es tan insignificante que ni siquiera los medios le toman demasiado en serio, salvo para utilizarle como lata parará.

No hay forma de que, a las puertas de una convención partidaria en la que se jugará el futuro del Partido Colorado, tanto en el tema de la reelección presidencial como en la posibilidad de que se establezcan alianzas con otros sectores, Cartes pretenda fraccionar a la ANR, perjudicando así las chances electorales de cara al 2018. Y es justamente eso lo que ocurriría si el oficialismo impone su mayoría en la convención y expulsa a Juan Carlos Galaverna.

La primera en responder al delirio zacariistico fue Lilian Samaniego, quien muy respetuosamente llamó al diálogo y la unidad partidaria; otro que opinó al respecto es el asesor político de Cartes, Basilio “Bachi” Núñez, quien dijo que era absurdo pensar que Cartes diera esa instrucción, puesto que sería como hacer “la gran Efraín”, refiriéndose a las decisiones del presidente del PLRA, que ha conseguido fraccionar al partido faltando menos de dos años para las elecciones generales.

Zacarías no es vocero; quizá podríamos verlo como el bufón del palacio, papel al que está acostumbrado y en el que ha tenido relativo éxito en varios gobiernos. No es un político al que se pueda tomar en serio, y otra vez lo volvió a demostrar en estos días.

El jefe de Estado ha expresado en reiteradas oportunidades que pretende un partido unido, aún dentro de sus propias diferencias. Así que la idea de que se expulse a uno de sus dirigentes por algo que había ocurrido en 1992 suena absolutamente irracional. Además, a pesar de las posturas muchas veces dispares que pudiera tener con el jefe de Estado, Calé es un dirigente emblemático, que, bien o mal, representa a un sector importante de la ANR.

Pero el problema aquí no es Calé; nadie debe ser expulsado ni sancionado en un tiempo en el que lo más importante es la unidad partidaria para enfrentar el gran compromiso electoral que se avecina. Es tiempo de que los dirigentes políticos aprendan de la lección dejada en el 2008, cuando, la intransigencia y sectarismo del entonces presidente Nicanor Duarte Frutos condenó a la llanura durante 5 años al pueblo colorado.

No hay forma de que Cartes se arriesgue a correr la misma suerte. A pesar del vedetismo y las metidas de pata de Zacarías Irún.

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