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Lamentable y vergonzoso

La ministra de la Corte Suprema de Justicia, Miryam Peña, antes de asumir tan alto cargo fue jueza de menores, cargo este que, imaginamos, debe dar a quien lo ejerce una sensibilidad especial para todo lo que se refiere a las necesidades de los niños, las cuales, según la legislación vigente, están por encima de todo lo demás.

Pero, contra todo pronóstico, fue Peña la que redactó la sentencia, a la que se sumó su colega Luis María Benítez Riera, con la oposición de Manuel Ramírez Candia, en la cual ratificaba la decisión de la Corte militar que había condenado a la teniente Carmen Quinteros a un arresto disciplinario por 45 días, por el único pecado de haber pretendido dar de mamar a su bebé.

Intentando justificar lo injustificable, la ministra Peña dijo que en el pleno no se discutió el tema de la lactancia, sino la insubordinación de Quinteros, quien, a falta de respuesta del estamento militar, había recurrido a la Justicia ordinaria para que se la libere de una guardia de 24 horas a fin de poder dar el pecho a su bebé recién nacido.

Seguramente la magistrada nos quiere tomar del pelo o, acosada por las críticas de los medios y la ciudadanía, recurrió a ese argumento para salvar su imagen, bastante golpeada últimamente. Lo cierto es que es impensable que la Corte dicte una sentencia, que, para colmo, es inapelable, sin analizar todos los hechos del caso que fue puesto a su consideración.

Si Quinteros cometió una falta disciplinaria fue porque en las Fuerzas Armadas no le respondieron cuando pidió poder amamantar a su criatura. Ante el silencio de los estamentos oficiales, y en lugar de resignarse y agachar la cabeza –como deben hacerlo a diario muchas otras mujeres militares cuando alevosamente se violan sus derechos y los de sus hijos- la teniente recurrió a lo único que encontró, un magistrado civil, y allí tuvo respuesta.

Dicen que hacer pública una situación que ocurre en filas militares es una falta y merece un castigo. Seguramente es así, y hasta nos parece lógico que el tribunal militar haya dictado sentencia en su contra. Pero la Corte Suprema de Justicia no puede detenerse en el árbol sin tener la menor intención de mirar el bosque. Además, qué es más importante? ¿Un reglamento militar o la Constitución y las leyes de la República?

Lo que hicieron Peña y su colega es muy grave, no solamente porque violan normas constitucionales y legislativas, que garantizan el derecho de la lactancia, sino porque dan un mensaje demasiado nefasto para cualquier mujer que pretenda servir al país en la milicia, que no tendrán a dónde recurrir en busca de Justicia, cuando consideren que sus derechos fundamentales son violentados por sus superiores.

¿Cómo pudo la ministra centrar toda su atención en una violación a un reglamento militar, sin percatarse de la profundidad que había detrás? Es inadmisible. Y si de verdad fue eso lo que ocurrió, y ella fue incapaz de observar todo el panorama y ver la grave violación que las FF.AA. estaban cometiendo contra una mujer y un menor, quiere decir que es aún más incapaz para seguir ocupando un sillón en el máximo tribunal de la República. Como si ya no estuviéramos lo suficientemente hartos de tener ministros sinvergüenzas, ahora también tenemos que soportar a una ignorante.

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