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Léanle a Marx, no Carlos, sino Groucho

Definitivamente, en nuestro país -aunque no solo en él- la política está completamente desquiciada. Un senador y expresidente de la República se arroga la facultad de decidir quiénes pueden jurar como senadores activos, negándoles este derecho a dos de los que fueron habilitados por la Corte, electos por la ciudadanía y proclamados por las autoridades electorales. ¿El argumento? Ambos fueron presidentes…, como él. Por otro lado, uno de sus colegas y compañero de organización completó la fundamentación con una frase para los guinness: “La Corte les habilitó, pero no ordenó que juren para asumir sus respectivas bancas”. Hablamos de Fernando Lugo y Hugo Rocher, quienes, sabemos, no se destacan por sus luces, pero eso no los exime de toda responsabilidad, el extremo de incurrir en semejantes barrabasadas.

Lugo, como si nada, y con el beneplácito de senadores de la oposición, de colorados abdistas y de los grandes grupos mediáticos, se adjudica para sí la suma de todos los poderes, o al menos de dos de ellos. Tal vez por su (de)formación religiosa y su personalidad mediánica, se siente una especie de Papa, pues además de creerse la máxima autoridad del Poder Legislativo, también asume la potestad de dictar sentencias, en este caso para que no presten juramento Horacio Cartes y Nicanor Duarte, convirtiéndose él en la última instancia, a la que ya nadie podría apelar. Y de Richer qué puede decirse, salvo que debería revisar su singular forma de razonamiento, para no hacer el papel de idiota, pues con su criterio, hasta él podría no ser convocado a jurar, o los otros 42 senadores fuera de los vetados por su líder, o los 85 diputados, teniendo en cuenta que ninguno de ellos tiene bajo el brazo una orden de la Corte para dar cumplimiento a dicho trámite.

Estamos ante hechos que parecen salidos de una película humorística de muy bajo presupuesto, con pésimos actores y un director acorde a eso. Tan mala que, por eso mismo, podría causar risa, si no fuera por las graves consecuencias jurídicas, institucionales y políticas que tendrán para el país y para nuestra democracia,  tal como lo advirtiera el Dr. Juan Carlos Mendonca.

Sin embargo, nada de esto parece importar a los seguidores del exobispo, ni al oficialismo liberal y menos a Abdo Benítez y sus legisladores. Si les tiene sin cuidado los contenidos, como desacatar los fallos de la Corte Suprema y desconocer el resultado de la voluntad popular, con mayor razón no guardarán el menor reparo respecto a las formas.

Que a nadie extrañe, por tanto, si el próximo sábado aparece en el Senado Rodolfo Friedmann, convocado por Lugo, y ocupe de manera ilegal un lugar en la Cámara Alta, a pesar de no haber sido proclamado como candidato electo, ni que Marly Figueredo, su esposa, termine robándole protagonismo inclusive a la mediática Desirée Masi, pues en el terreno del “vale todo”, puede pasar cualqueir cosa, por más grotesca que la misma resulte.

Por supuesto, esto no hubiera sido factible si no se cumplía con un requisito previo e indispensable: La traición flagrante de los “Añeteté” al movimiento “Honor Colorado”. Esta era la única posibilidad de que prosperase la maniobra que viene siendo urdida desde hace algunos meses para sacar de la cancha, una vez más, a Horacio Cartes, impidieno ahora que ocupe su banca como senador activo.

No importa, pues, los argumentos que esgriman para tratar de justificar lo injustificable. Ni Lugo, ni Richer, ni Abdo Benítez y sus partidarios. Es más, mejor hubiera sido para ellos seguir las recomendaciones de Groucho Marx, el famoso humorista estadounidense, para quien “es mejor estar callado y parecer imbécil, que hablar y despejar las dudas definitivamente”.

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