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Entre lo curioso y lo bochornoso

La Cámara de Senadores fue escenario ayer de hechos que van desde lo curioso, hasta lo directamente bochornoso, en oportunidad de la distinción a las protagonistas y al director de la película “Las Herederas”.  Curioso porque artistas que fueron invitados para un reconocimiento asumieron el papel de “críticos políticos” hacia los anfitriones. Y bochornoso porque entre estos últimos salió una senadora, a los gritos, para condenar las “perversiones” contenidas en la cinta (que no vio, según aclaró) y lanzar una serie de diatribas contra las lesbianas y los “putos”.

Vayamos por parte. La actriz Patricia Abente fue la encargada de pronunciar unas palabras ante el pleno y lo hizo con mucha sobriedad. Pero lo que para muchos serían palabras de agradecimiento se transformaron luego en un severo cuestionamiento a la ley sancionada por los senadores hace apenas una semana, resaltando que le causó “pena, vergüenza ajena y dolor”.

Abente prosiguió que la eventual puesta en vigencia de dicha normativa dificultará el saneamiento moral de la nación, desaprovechándose así la oportunidad de demostrar al país que existe real intención de combatir la corrupción, uno de los flagelos de nuestra sociedad. Y remató afirmando que “la integridad moral y ética de los representantes del pueblo no es negociable y quienes no reúnen estos requisitos deben ser apartados sin demora”.

Más allá de que podamos suscribir aspectos de su alocución, resulta curioso el lugar y el momento escogidos por los artistas, pues Patricia ofició de vocera de sus compañeros, para exponer esos puntos de vista. Ese no era el tema que congregaba a los presentes y, es más, si piensan eso, con lo cual coincidimos, lo que cabía era no aceptar ser “distinguidos” por quienes con su decisión impiden el saneamiento moral de la nación.

Ahora bien, la inoportunas manifestaciones de Abente quedaron en un cuarto o quinto plano dado el bochorno que protagonizó la senadora Zulma Gómez, quien, inesperadamente, saltó de su curul gritando improperios contra los invitados, recordándonos con su actitud a la tristemente célebre “Ña Carmen Cáceres de Toma”; aquella señora tan fea (como ser humano) de la época stronista, que tenía como función censurar las películas que representaban “un atentado contra la moral y las buenas costumbres”, mientras sus jefes organizaban orgías reales, no en la ficción, con niñas menores de edad, por ejemplo.

Gómez, como cualquiera, tiene el derecho de ver o no ver determinadas películas. Es una decisión personal que nadie puede cuestionar. Y también tiene derecho a pensar lo que se le antoje sobre la homosexualidad y el lesbianismo. Lo que no tiene derecho es a comportarse de la forma en que lo hizo, utilizando como insulto la opción sexual de nadie, sin comprender siquiera que estaba “atacando” a personajes de un film.

Más allá del nuevo papelón registrado en el Senado, el problema de fondo  es que lo dicho de manera chabacana por la senadora del PLRA es lo que piensan muchos legisladores, políticos,  jueces, fiscales, docentes universitarios, hombres y mujeres de los más variados estratos sociales. Somos una sociedad que discrimina, que excluye,  y no solo a las personas que tienen otras opciones sexuales, sino también a las mujeres, a los jóvenes, a los indios, a los pobres, a los enfermos, a los viejos. Y podríamos seguir con la lista, independientemente que la Constitución diga lo contrario, sin jamás abordar las causas que originan tales comportamientos.

Por supuesto, el tema será tratado por unos días de la manera más banal que podamos imaginar, hasta que sea olvidado o quede como “una anécdota” cuando se produzca algún tema que acapare nuestra atención, otras curiosidades u otros actos bochornosos.

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