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ASUNCIÓN.- El presidenciable por Colorado Añetete, Mario Abdo Benítez, aprovechó que faltan solo 4 días para las internas coloradas para presentar, casi en silencio y a escondidas, un programa de gobierno que parece haber sacado de alguna galera. O le daba vergüenza darlo a publicidad o lo hizo a las apuradas para no quedar tan en evidencia ante su contendiente, Santiago Peña.
Parece ser que la última encuesta publicada por el diario Última Hora, que durante todos estos meses fue operador político de Abdo Benítez y los añetete, fue un duro golpe para el presidenciable disidente, más que nada porque se dio cuenta de que todas sus certezas habían quedado en la nada. Por lo visto, el pueblo colorado ya no es tan visceral como se creía hasta hace poco, y ahora prefiere votar a la mejor propuesta y no a la ofensa más grosera y dura.
Esta podría ser la explicación para esta apresurada y poco prolija decisión de sacar a luz un programa de gobierno que, pareciera ser, no lo conoce a profundidad ni siquiera Marito.
Es que en estos 6 meses se produjo toda una innovación en la forma de hacer proselitismo electoral en la ANR, con la llegada del oficialista Santiago Peña al escenario político. El presidenciable de Honor Colorado rompió con varios mitos que nos hacían pensar que el colorado siempre votaba de manera primitiva, al más belicoso y agresivo, sin importar que tuviera o no propuestas de gobierno.
Peña se negó a hacer la misma campaña a la que nos tenían acostumbrados todos los precandidatos colorados que pretendían llegar a la Presidencia de la República o a algún otro cargo electivo. Dijo que no respondería las agresiones –y no lo hizo- y que no escurriría el bulto ante cualquier invitación que recibiera para hablar de sus proyectos, aunque esta proviniera de sectores que rechazaban su candidatura –y lo hizo-, marcando una forma totalmente diferente de hacer política.
Durante todos estos meses, Abdo Benítez y algunos de sus fieles escuderos, como Juan Carlos Galaverna, se burlaron de esta forma tan diferente y racional de hacer proselitismo, convencidos de que el electorado colorado no estaba ni preparado ni interesado en apoyar a alguien “tan fino” y poco agresivo. Para colmo, la idea de que a los correligionarios les pudiera interesar siquiera algún programa de gobierno les daba risa, ya que ellos presumían de conocer muy bien a los colorados, porque llevaban toda una vida en el partido, y no como Peña, que no era más que un recién llegado.
