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Los profetas de lo obvio

Es muy común en nuestros economistas, al menos en la mayoría de los que son consultados frecuentemente por los medios de prensa, destacar los problemas existentes en el ámbito de su especialidad, pero sin plantear nunca las soluciones, o bien limitándose a pronunciar algunos “titulares” que hacen al sentido común, no a políticas específicas para llevarlas a la práctica. Desde luego que reconocer los problemas, los reales, no los inventados, es condición  sine qua non para trazar líneas destinadas a superarlos.

Sin embargo, eso solo no basta, sobre todo cuando se trata de profesionales experimentados, como el exministro Dionisio Borda, quien, después de haber sido titular de Hacienda en dos gobiernos, llegó recientemente a la “sesuda” conclusión de que “lo que caracteriza a la economía al cierre del 2016 es el contraste entre los buenos números macroeconómicos y la difícil situación de un sector importante de las empresas y de las familias trabajadoras”. Y seguidamente remató: “Es tiempo de pensar en estrategias que apunten a una economía más inclusiva y una sociedad más justa”; una ideacompartida por cualquier persona medianamente informada y con una pizca de sensibilidad social, por más que no hayapisado las aulas de una facultad de ciencias económicas.

El exsecretario de Estado no cuestionó el informe del Banco Central del Paraguay (BCP), que destaca el crecimiento del 4% del Producto Interno Bruto (PIB), ni que esto se produjo mediante las fuertes inversiones en obras públicas (a lo que él prefiere denominar “auge de las construcciones”), en la mayor producción de energía eléctrica y la contribución de ciertos sectores de la industria, “a pesar del desempeño negativo de Brasil y Argentina, de la caída de la demanda de las materias primas en el mercado mundial y de las incertidumbres en el escenario internacional”, según sus expresiones.

Así, aunque no hizo mención a otros indicadores altamente positivos, como el bajo índice de inflación (apenas el 3,9%) y del déficit fiscal (1,5%), o al moderado endeudamiento público, tomando en cuenta las elevadas reservas internacionales(superior a los US$ 7.000 millones), su balance general confirma que los números de la macroeconomía son buenos, aún en el contexto regional y mundial adversos, lo que no puede desconocer ningún intelectual honesto.

¿Y dónde está el problema? En que, desde su óptica, “este buen resultado económico se concentró en pocos sectores de la producción y su efecto derrame sobre el resto de la economía fue muy limitado”.

Si la conclusión correspondiese al año 2014, o incluso al 2015, probablemente estaríamos de acuerdo. Pero, ¿fue igual en el 2016? ¿En nada contribuyó “el auge de las construcciones”, o mejor dicho, que el Estado haya invertido alrededor de 700 millones de dólares en la ejecución de obras públicas, responsables del 75% del crecimiento que registró la economía? ¿No considera que hubo algún “efecto derrame” con la existencia de 50.000 empleos directos generados por dichos emprendimientos, ni los más de 100.000 en forma indirecta? ¿O con el aumento de los programas sociales, como Tekoporã, que abarcó prácticamente a todos los pobres extremos? ¿O con las 20.000 viviendas entregadas por la Senavitat?

Las respuestas caen de maduro. Que hay algún “derrame”, lo hay, por más que todavía esté lejos de lo deseado.

Dicho esto, el exfuncionario tiene razón cuando señala la necesidad de “pensar en cambios estructurales para que la prosperidad sea compartida por todos”. Sonaría mejor si lo hiciera en tono autocrítico, pues eso no fue abordado ni por asomo durante los gobiernos de Nicanor Duarte, ni de Fernando Lugo -durante el cual la economía creció el 14% -, en los que él tuvo la responsabilidad de administrar el dinero público. Y sonaría aún mejor si un profesional de su trayectoria, así como sus colegas, no se circunscribieran a contarnos las obviedades que todos sabemos, cual profetas de lo obvio, ensayando a cambio algún plan para que el “derrame” que ya observamos en el presente, se potencie en aras de un Paraguay másjusto y equitativo.

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