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Los trastornados y el papel higiénico

¿Alguien puede dudar de la completa inestabilidad emocional de quien por el hecho de desvincularse de una empresa concluya que hay que “incendiar el país” y “echarle al presidente” de la República?. ¿No es una completa falta de seriedad rendirle alabanzas a Horacio Cartes, como si se tratara  del mismísimo Dios sobre la Tierra y, de un día para otro, considerarle como la personificación más perfecta del Demonio? Pues bien, este es el caso del exconductor de la 970, Enrique Vargas Peña, cuya credibilidad, si es que gozaba de alguna, terminó de tirar por la borda desde hace un par de meses, “cuando descubrió la luz”, al decir irónico de algunos colegas.

El programa que dirigía en pareja con Carlos Gómez, un joven periodista que por la falta de experiencia y buenas orientaciones se sintió imbatible al frente del micrófono, se había convertido últimamente en una trinchera de “francotiradores locos”, que disparaban a mansalva contra…sus “altos mandos”, lo cual no sería tolerado ni por un solo minuto en cualquier empresa del rubro que fuere, mucho menos en medios como los de Aldo Zucolillo, Humberto Rubín o Antonio J. Vierci, por citar algunos.

Ya en el sumun de la desmesura y el delirio, ayer, a modo de “despedida”, amenazó al presidente en los siguientes términos: “Horacio, o te bajas del proyecto autoritario o te sacamos. ¿Te queda claro o no te queda claro? Como le sacamos a Lugo, te vamos a sacar a vos, no hay ningún problema, papá, entené (sic)…El Paraguay no es Tabesa, entené (sic)…Y si violás la Constitución, a tu casa, entené (sic)”. Y acto seguido arremetió contra uno de los principales asesor de Cartes. “¿Algún problema con que diga esto, José Ortíz, vení sacáme con tus gorilitas, entené (sic). Entonces, señores diputados colorados, vamos a reestablecer la dignidad de la República y vamos a sacar a este equipo del Gobierno”. Para continuar luego con varios “entené” más  que ni valen la pena traer a colación.

Así, el “riguroso defensor” de la Constitución y las leyes atropelló, en cuestión de pocos minutos, un sinfín de normas que rigen todo Estado de Derecho, como lo hacen los golpistas, pero en su caso solo de palabra, porque su “bravura” nunca descargó más que ante mujeres, a las que un mal castellano trató en reiteradas ocasiones de “badulacas” o personas que no estaban en línea, para convertirse en una seda a la hora de entrevistarlos y mucho más cuando estaba frente a frente.

La historieta montada por Vargas Peña, como era de esperarse, no tuvo para él un final feliz. El lunes había jurado ante todos los medios a los que tuvo acceso, que “jamás renunciaría”, pero antes de cumplirse 24 horas, apenas enterado de que Gómez fue despedido, presentó renuncia.

En medio del festival de disparates, el periodista arremetió una vez más contra nuestro diario, diciendo que “no sirve ni para papel higiénico”, lo cual indica que se toma la “molestia” de leernos, como lo hacen diariamente los 50 o 60.000 lectores a los que llegamos, quienes nos alientan a seguir creciendo.

Si hay una lección que Vargas debería aprender es que “el que alquila el cu…no puede reclamar el derecho a sentarse cuando así le place”, o a cuestionar ninguna marca de papel para limpiarse. Es el precio que pagan los mercaderes del periodismo, por más que sus trastornos hagan que terminen creyendo en sus mentiras y sintiéndose “coherentes”, “principistas” e “impolutos”.

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