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Los “tres tiempos” y los sinónimos

Los paraguayos hemos adquirido el mal hábito de dejarnos obnubilar por cuanta “chantada” sea pronunciada con tono doctoral, con más razón si su autor pasó por alguna universidad del Norte, lo que automáticamente lo hace merecedor de efusivos aplausos adicionales. No importa si el mensaje tiene algún contenido o si, de ser este el caso, se corresponde con los hechos de la realidad. Importa la forma, el envoltorio, el carácter rimbombante con el que se formula incluso la mayor estupidez que, si suena lindo, ya es digno de los mayores elogios y del “tocorre” de rigor en las redes sociales.

Es el caso de una columna de opinión firmada por Benjamín Fernández en la edición dominical del diario Ultima Hora, según el cual, “todo gobierno en Paraguay tiene tres tiempos: el primero, el del asombro por el triunfo obtenido, que dura hasta diciembre del primer año. El siguiente, el de la perplejidad… que se prolonga por casi dos años, y el tercero, el del desconcierto que se da cuando el tiempo se agota y uno pretende estirarlo con la modificación de la Constitución…”.La singular “tesis” no trasciende los umbrales de la grandilocuencia chata y sin fundamentos, sin embargo, hace mella en las mentes predispuestas al disparate del más puro estilo rioplatense.

Desde luego que los gobiernos que se sucedieron a lo largo de la etapa democrática tienen rasgos comunes, aunque “los tres tiempos” de los que habla Fernández, con meses, horas y minutos de duración por él preestablecidos, no sirven para interpretar ni por asomo el devenir de ninguno de ellos.

El gobierno de Juan Carlos Wasmosy se sostuvo los cinco años, a pesar de ser minoría en el Congreso y de aplicar medidas impopulares de neto corte neoliberal, merced al “Pacto de Gobernabilidad”, único en su género en los 28 años de democracia. El de Raúl Cubas se instaló sin generar la sorpresa de nadie, con más del 50% de los votos, el mayor caudal obtenido en todas las elecciones, pero tuvo una duración de tan solo 7 meses. La presidencia de Luis Ángel González Macchi, en lo personal, fue fruto de una carambola de la historia y porque se encontraba en la línea de sucesión, pero la campaña por el juicio político a Cubas se orquestó desde varios meses antes.

En el caso de Nicanor Duarte Frutos tampoco es aplicable la fórmula de “los tres tiempos”, pues a lo sumo tuvo dos. El primero, en el que tomó el toro por las astas y contrató deuda pública para salir del estancamiento y la recesión, o sea que no sufrió los efectos del “asombro”, y puso en marcha algunos programas sociales de relevancia, como Tekoporã; y el segundo, ya bien adentrado el tercer año, cuando comenzó a “apatukar” todo, incluyendo la Constitución.

Sobre su reemplazante, Fernando Lugo, sí puede decirse que recibió “asombrado” el resultado de las elecciones, pero desde el 15 de agosto del 2008 en adelante, su gestión transcurrió en el marco del más espantoso letargo, de las anotaciones en una agenda que no daban lugar a acciones concretas y del distanciamiento cada vez mayor de su aliado estratégico, el PLRA, que finalmente le costó el puesto. Y de su vice, que luego asumió la presidencia y completó el período, poco o nada puede decirse, salvo que se destacó por las innumerables “paladas iniciales”.

Y así llegamos hasta el gobierno de Horacio Cartes, por el cual el columnista siente la misma tirria que el dueñodel diario para el que escribe. Un gobierno en el que “todo está mal”, según dice cada vez que tiene la ocasión, pero sin aportar un solo dato que avale la sentencia, es decir, tan falto de rigor como cuando “teoriza” sobre “los tres tiempos”.

No sabemos, pues, cuáles habrán sido las premisas en las que se asentó Fernández para dar riendas sueltas a su elucubración, pero una cosa es segura: La novedosa “tesis” no sirve para comprender ni siquiera los aspectos más superficiales del proceso político y social paraguayo, en general, ni tampoco los rasgos particulares de los 8 gobiernos que se sucedieron desde la caída de la dictadura hasta la fecha.

Y algo más. El asombro, la perplejidad y el desconcierto, son sinónimos…

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