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Los violentos están de fiesta

Durante meses crearon el ambiente de inestabilidad política que finalmente hizo crisis el pasado 31 de marzo, le prendieron fuego nada menos que a la sede del Congreso y prosiguieron, sin titubeos, con el chantaje extorsivo de incendiar el país, si el presidente se mantenía en que la ciudadanía, referéndum mediante, sea la que decida instituir o no la figura de la reelección. Hasta que lograron su objetivo, por más que los Augusto Dos Santos y otros improvisados de las comunicaciones, así como de la política, malgasten su tiempo intentando demostrar a alguien lo contrario. La política se mide por sus resultados y estos saltan a la vista. Por sobre las instituciones -y en contra de éstas-, se impusieron los que amenazaban con “guerra civil” y “ríos de sangre”, sentando así un precedente nefasto para nuestra democracia.  El renunciamiento de Horacio Cartes, más allá de la grandeza personal que representa, es la primera consecuencia práctica de esta derrota.

¿Por qué se llegó a esta situación, tan perjudicial para la institucionalidad de la República? ¿Por qué hoy la “palabra de orden”, o la “estrategia”, al decir de la senadora Desirée Masi, es “armar quilombo” para lograr los fines que cualquier sector se proponga? ¿Cómo fue posible que grupos políticos minoritarios y parlamentarios de muy escaza representación lograran sus objetivos por medio de la fuerza bruta?

Los rostros políticos del frente antienmienda son figuras, en general, de muy poca monta, empezando por Efraín Alegre, que como titular del PLRA tiene el “mérito” de haber destrozado a su partido, de cuyas ruinas quiere recuperar mercadeando con el crimen del joven Rodrigo Quintana. Los demás son personajes aún menos influyentes, como Desirée y su marido Rafael, o Eduardo Petta, que no representa a nadie, quienes sin embargo desempeñaron el papel más belicoso de esta historia, con la anuencia cómplice, claro está, de sus aliados estratégicos de la disidencia de la ANR.

A simple vista resulta pues incomprensible el desenlace de los acontecimientos, hasta incluir en el análisis el rol ejercido por los principales medios de prensa, especialmente los pertenecientes a Aldo Zuccolillo, el gran articulador de la campaña de desestabilización que impulsa desde hace tiempo, valiéndose de los citados personajes grises de la política nacional, por el solo hecho de que le resultan funcionales a sus intereses.

¿Y cuál es el interés fundamental que persigue “Acero”? Simple. Recuperar el lugar simbólico, y sobre todo efectivo, que cumplió en la sociedad como poder fáctico determinante en todos los gobiernos de la etapa democrática, que lo había perdido desde que asumió Horacio Cartes.

Esta es la causa fundamental de la crisis, creada y potenciada por ABC Color, al que se sumaron activamente los medios de Antonio J. Vierci, siempre listo para sacar el mayor provecho.

Desde luego que el oficialismo cometió un rosario de errores, que facilitó enormemente la campaña de estos poderosos grupos.

En el terreno político, los desaciertos se hicieron notorios ya desde el 25 de agosto del año pasado, cuando no fueron capaces de anular la escandalosa maniobra de los sectores antienmienda, que presentaron un proyecto proreelección al solo objeto de rechazarlo, para que no pueda tratarse antes de un año. Luego se produjo el bochorno de las firmas truchas, que pusieron en cuestión las cientos de miles que fueron reales y, finalmente, la forma en que procedieron para aprobar la enmienda, cuyo contenido dejó más de un flanco para cuestionar su constitucionalidad, a lo que debe añadirse el haber perdido la batalla en las calles, al no movilizar a los simpatizantes de la enmienda.

En el campo de los medios, los órganos comunicacionales del gobierno directamente brillaron por su ausencia. Los “asesores” en esta materia le dejaron la cancha completamente libre a Zuccolillo y su pandilla. No fueron capaces siquiera de explicar en qué consistía la enmienda, que sería sometida a un referéndum,etcétera, y jamás respondieron a la montaña de mentiras difundidas por ABC, Cardinal, Última Hora y Telefuturo. Errores que se mantuvieron hasta el día de ayer, cuando en vez de aconsejar al presidente un mensaje a la nación, explicando  que su renuncia respondía exclusivamente a los fines de pacificar a la República y responsabilizando de la situación a los verdaderos culpables, sugirieron una escueta nota al arzobispo de Asunción (¿?).

Un análisis completo amerita desde luego mayores consideraciones. Pero a modo de balance preliminar, podemos afirmar que la postura del presidente contribuirá decididamente a que el conflicto disminuya. Sin embargo, el costo que se pagó para ello es altísimo, al impartirse el mensaje de que por medio de la violencia se obtienen los objetivos, lo cual debe ser revertido en el futuro, para bien de la democracia y la institucionalidad de la República.

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