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Hace 18 años, moría víctima de un atentado el vicepresidente de la República, Luis María Argaña. Su muerte generó la mayor convulsión ciudadana que se ha dado en la historia contemporánea paraguaya. Nadie que haya tenido que ver con el magnicidio, ni como víctima ni como victimario, forma parte del acontecer político actual. Ni el principal sospechoso, Lino César Oviedo, quien falleció en un accidente hace 4 años.
ASUNCIÓN.- Justamente 10 años después del golpe de Estado que derrocara a la dictadura ocurrió el magnicidio de Argaña, el acontecimiento político más fuerte de las últimas décadas, que estuvo por tirar por la borda todo lo construido en esa primera década, con una transición democrática que avanzaba a los trompicones, avanzando y retrocediendo de manera permanente, puesta siempre en jaque por uno de los que tuvo el mayor protagonismo en el asesinato, el entonces general Lino César Oviedo.
Es bueno que los medios de comunicación asuman el compromiso de recordar la historia, para evitar que hechos que nos marcaron y fueron importantes para el proceso sigan vigentes en la mente ciudadana, aunque ya sus protagonistas estén prácticamente desaparecidos.
Los hechos son conocidos por todos; Argaña fue asesinado mientras viajaba en su vehículo particular, cuando 2 sicarios identificados como Pablo Vera Esteche y Luis Alberto Rojas, lo interceptaron y asesinaron. Su guardaespaldas, Francisco Barrios González, también falleció, mientras que el chofer, Víctor Barrios Rey, quedó malherido. Este último se convirtió en testigo fundamental para la Fiscalía a cargo de la causa.
Inmediatamente se identificó a Oviedo, el más duro enemigo político del vicepresidente, como el autor del atentado. Aunque a lo largo de las investigaciones quedó demostrado que las ramificaciones eran varias y había mucha más gente que la imputada, que había participado de la organización, puesta en marcha y reacciones posteriores del hecho, casi todos terminaron impunes. De hecho, hasta el propio exgeneral fue liberado después de varios hábeas corpus y decretos del entonces presidente de la República, su más fiel escudero, Raúl Cubas Grau.
Hoy nadie se acuerda de ellos. Oviedo –el único que continuó pataleando con su tenaz intento de llegar a la Presidencia de la República- falleció, Cubas Grau ya ni corre ningún rally, y de los hijos de Argaña, que hubieran podido tomar la posta dejada por el padre, ninguno dio la altura necesaria.
Pero el magnicidio ocurrió y la gran lección que nos deja es que la férrea decisión de la ciudadanía, de no permitir el retorno al pasado, es la garantía fundamental para que esta democracia que lleva 28 años siga firme.
PARA ABC, VICEPRESIDENTE YA ESTABA MUERTO
Luego de que los ánimos se calmaran al terminar la convulsionada semana que siguió al asesinato de Luis María Argaña, el diario ABC Color, que durante toda la trifulca había mantenido la misma postura que el resto de los medios, empezó a separarse y a asumir una postura vergonzosa, decidida exclusivamente por su dueño, Aldo Zuccolillo, amigo personal del entonces general Lino César Oviedo. Según el matutino de la calle Yegros, Argaña no murió en el atentado sino que todo fue un montaje porque había fallecido en la cama de una amante, víctima de un infarto.
A pesar del informe final de un grupo de los más prestigiosos médicos, que tuvieron a cargo la autopsia, ABC continuó con su cantaleta hasta llegar a confundir y engañar a un sector ciudadano que, en ese entonces, lo veía como el vademécum del periodismo paraguayo.
La única intención de Zuccolillo en ese entonces fue encubrir a su amigo y socio, Oviedo, a quien defendió de tal manera, utilizando su diario y a sus periodistas de tal manera que ese hecho fue uno de los primeros que logró que el medio, hasta entonces tan prestigioso, empezara a perder credibilidad.
Desde entonces, el medio se vino en picada, y en este momento, convertido en el vocero oficial del grupete de disidentes y opositores, ya no convence a nadie.
