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Malditos fueros

Por: Marilut Lluis O’Hara
Por: Marilut Lluis O’Hara

Hace unos días, Adolfo Ferreiro publicó en las redes sociales que, como senador, se opondría a cualquier pedido de desafuero contra algún colega suyo, porque no le merecen confianza ni la Justicia ni la Fiscalía.

En primer lugar, resulta que esas mismas Justicia y Fiscalía son las que diariamente debe enfrentar Juan Pueblo, que no tiene ni fueros ni padrinos para evadirlas. Así que de entrada, la frase de Ferreiro es desagradable y ofensiva para los ciudadanos que vivimos en un absoluto estado de indefensión, sin jueces, fiscales ni legisladores que tengan alguna mínima intención de protegernos.

Y lo que es mucho más grave, no hay ningún pedido de desafuero que tenga que ver con alguna persecución al legislador en cuestión. Cada vez que un juez pide el desafuero de un senador o diputado, es porque el sujeto está involucrado en algún delito común que, generalmente, involucra la desaparición de varios millones de las arcas del Estado. Así que esos senadores a los que Ferreiro defiende e intenta proteger, no son más que presuntos ladrones, delincuentes comunes y no víctimas de alguna persecución.

Quien haya creado los fueros lo hizo pensando en que la persona que ocupa un alto cargo debía tener la suficiente libertad de actuación para cumplir con su tarea sin que sectores ajenos lo presionaran, chantajearan o pervirtieran. Y esto es correcto. En la época de Stroessner, por ejemplo, esos fueros habrían sido justificados ya que los legisladores contrarios al régimen debían haber estado protegidos al opinar en contra del dictador y sus abusos. Por supuesto, justamente en ese caso, los fueros no les sirvieron de nada porque igual fueron reprimidos.

Pero en este momento, nadie persigue a nadie por su opinión –por lo menos no de manera abierta- así que los fueros se convirtieron en un artículo de lujo que lo que hace es dar impunidad a sinvergüenzas que debieran estar en la cárcel y no ocupando bancas en un poder del Estado.

Los legisladores cobran un salario de unos 30 millones de guaraníes mensuales, además de cupos de combustible y otros privilegios que son imposibles para cualquier ciudadano de este país que no haya podido acceder a un espacio en el Congreso. Y allí hay gente con alguna trayectoria válida, como el mismo Ferreiro, y hay gente que fue colocada por la narcopolítica u otra mafia, para velar por los intereses de los delincuentes.

Lo menos que se puede hacer para equiparar en algo las cosas es que esos que son sospechosos para la Justicia pierdan el privilegio de los fueros y enfrenten las acusaciones como cualquiera de nosotros. Y eso es algo que Ferreiro y otros legisladores nos deben; ellos son los que pueden paliar tan feroz desigualdad.

Le dije a Ferreiro que aunque tengan privilegios diferentes, finalmente los legisladores no son superiores a nosotros y deberían saber enfrentar a la misma Justicia y la misma Fiscalía a la que nos enfrentamos sus compatriotas de la calle.

En realidad, sí somos mejores que ellos; quizá porque no tenemos dónde guarecernos de los atropellos y abusos de poder, hemos aprendido a dar la cara, enfrentar los desafíos y poner nuestros pechos como muralla. Por supuesto que somos mucho mejores que esos badulaques!

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