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Mártires de Acosta Ñu y nuestra actualidad

Por: Telmo T. Ibáñez Jara (telmoijara@gmail.com)
Por: Telmo T. Ibáñez Jara ([email protected])

La batalla de Acosta Ñu no fue un combate bélico, más bien masacre de la más horrible relatada por los historiadores, quienes se avergüenzan de los datos recabados párrafo a párrafo, hasta los mismos descendientes de aquella Alianza maquinada por los ingleses, dirigida por un francés por imperio de los portugueses y complementado por nuestros países vecinos.

Hasta ahora, no se conoce tan cobarde como tan criminal ataque a los niños, mujeres y ancianos como el registrado en Acosta Ñu, la Batalla de Campo Grande o de los niños mártires de Acosta Ñu, que ocurriera durante la Guerra contra la Triple Alianza, donde el 16 de agosto de 1869, 20.000 hombres aliados lucharon contra las valientes y heroicas fuerzas paraguayas constituidas por 500 veteranos y 3.500 niños.

Los archivos y recortes periodísticos nos podrían haber dado más datos al respecto, pero hasta estos fueron rapiñados y destruidos por las furiosas Fuerzas Aliadas, pero las referencias nos hablan de que el año 1869, el Ejército Paraguayo estaba en retirada y Asunción ocupada por los aliados, prácticamente concluía la Guerra Grande.

El Mariscal Francisco Solano López se rehusó a rendirse, prometiendo continuar luchando hasta el fin. El comandante brasileño Luis Alves de Lima e Silva, el Duque de Caxias, sugirió que la guerra estaba, militarmente cerrada, pero Pedro II, emperador brasileño, exigía la rendición de Solano López.

El duque se apartó por motivos de salud y fue sustituido por el yerno del emperador, Luis Filipe Gastão de Orléans, el conde d’Eu. Bajo el nuevo comando, el Ejército brasileño continuó la campaña en el Paraguay hasta finalmente matar a López en 1870 así como la mayoría de jefes y soldados del Ejército Paraguayo, entre ellos el Cnel. Juan Francisco (Panchito) López y el Sgto. José Félix López, el primero de 15 años y el hermanito de apenas 11 años quienes acompañaban la carroza de la madre, Elisa Alicia Lynch.

Con la mayoría de los hombres adultos paraguayos muertos o capturados, debieron pelear niños, mujeres y ancianos para continuar la lucha contra la Alianza. Algunos niños pelearon con falsas barbas a fin de esconder la poca edad. Ya anteriormente en los combates de Lomas Valentinas y Piribebuy, el Ejército Aliado no había perdonado la vida de menores por lo tanto no había esperanzas de que se respetase la vida de cualquier paraguayo. Por lo tanto, muchos preferían pelear antes que rendirse.

Al hablar de Acosta Ñu, tampoco se puede olvidar la batalla de Piribebuy, otra gran masacre que se registró 4 días antes del gran genocidio, el conde d’Eu y las principales tropas aliadas avanzaron y tomaron Caacupé el 15 de agosto, en donde supuestamente López se estaba escondiendo.

Las tropas aliadas alcanzaron la retaguardia de las fuerzas paraguayas en Barrero Grande, hoy Eusebio Ayala, el 16 de agosto. La batalla comenzó en las primeras horas de la mañana, con 6.000 paraguayos comandados por el general Bernardino Caballero, enfrentando 20.000 soldados brasileños y argentinos. La lucha o masacre se extendió hasta las últimas horas de la tarde, cuando el Conde D’Eu se percató que todos los niños fueron asesinados o heridos de gravedad, y en el momento en que las madres, tías, abuelas y hermanitas ingresaban al campo de batalla a retirar a sus familiares ordenó incinerar el largo pastizal seco como es característico en ésa época en el mes de agosto.

La tragedia seguía y los niños que aún luchaban por su vida murieron calcinados abrazados con sus madres y abuelas, se rememoraron los trágicos momentos que también se vivieron en el hospital de sangre de Piribebuy, donde 600 malheridos, entre paraguayos y extranjeros trataban de superar sus dolores, pero lastimosamente fueron sacrificados a punta de lanzas y fuerza del fuego.

Otro negro, lúgubre, trágico y cobarde antecedente para el Conde D’Eu, que descargó toda su furia en éstos dos enfrentamientos, al decir de las mismas crónicas de la época escrita por los brasileños. Lo que más enervó al comandante de las Fuerzas Aliadas fue que este minúsculo grupo de combatientes paraguayos ultimaron a su pareja inseparable durante la contienda.

Todos coinciden que tras las últimas acciones de la lucha en Piribebuy tras el mortal balazo que recibiera el general brasileño Joâo Manuel Mena Barreto, comandante en jefe del 2º Cuerpo de las tropas imperiales, el Conde D’Eu, ordenó la muerte del jefe de plaza coronel Pedro Pablo Caballero, en presencia de su familia, tras ser atado de pies y manos a 4 caballos, además fueron degollados todos los prisioneros.

Estas acciones tremendamente detestadas por toda la sociedad mundial tiñeron de rojo y vistieron de negro la vergonzosa pero pública Alianza con el solo objetivo de fulminar a la minúscula potencia que se erigía en América del Sur.

Hoy a 147 años de aquellos trágicos episodios históricos, condenamos a Conde D’Eu, pero pocas veces hacemos el más mínimo esfuerzo por luchar y defender los derechos de los niños, hoy felices por festejar aquella terrible fecha, pero a su vez casi siempre olvidados por los mayores, a partir del derecho a la vida o un buen vivir.

Muchas veces no lo hacemos en forma directa, pero tampoco reclamamos cuando los recursos de FONACIDE tienen otros destinos, muchas veces sin asideros legales, como la alimentación de los escolares o las asistencias que deben recibir miles de los menores de edad olvidados hasta por sus respectivos padres.

Condenamos a Conde D’Eu, pero nos olvidamos de los que hacen la vista gorda en los hechos de corrupción que finalmente repercuten en la población más sensible que constituyen los infantes, varios de ellos sin un pedazo de pan por la mala administración de los recursos provenientes de los royaltíes.

Es momento de rendir un tributo a quienes tiñeron con sangre el territorio nacional para hoy enorgullecernos de la indomable raza guaraní. Que mejor que actuando como verdaderos patriotas, denunciando los hechos de corrupción que envuelven últimamente a los municipios que se manejan anárquicamente sin respetar leyes ni intervenciones de la Contraloría General de la República.

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