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Matemáticas vs. arenga electoral

En tiempos electorales como el que vivimos, la ciudadanía es sometida a un bombardeo de promesas y declaraciones de buenas intenciones por parte de los candidatos. Todos dicen tener “olor a oveja”, todos está “preocupadísimos” en los problemas que aquejan a la población, especialmente a los sectores más vulnerables, los más pobres, los más necesitados; esos que aportan el mayor caudal de votos. Es así, elección tras elección. En consecuencia, los electores no deben guiarse simplemente por los discursos, muchas veces bajados de internet, sino, prioritariamente, por los hechos, los resultados que ofrecen unos y otros, que están ahora o estuvieron antes en el ejercicio del poder.

La disyuntiva a la que nos enfrentamos en los próximos comicios es bastante simple: el oficialismo gobernante, de la mano de Santiago Peña, plantea desarrollar el modelo vigente;  la disidencia colorada, con Marito a la cabeza, retrotraernos a épocas anteriores, como la vivida durante el gobierno de Nicanor Duarte Frutos; y la oposición también, pero a la de Fernando Lugo. Estos son, en líneas gruesas, los proyectos que están en disputa de cara al 2018.

Puestas las cosas de esta manera, corresponde hacer un balance de las diversas gestiones  y establecer comparaciones entre ellas, para determinar cuál es la más conveniente. Y no nos vamos a referir en esta ocasión al despegue indiscutido que experimentó el país en estos últimos años en materia de infraestructura, de rutas, caminos de todo tiempo, puentes, etc. Tampoco a los avances incuestionables en lo que respecta a superar el Estado clientelista y prebendario que tanto daño nos ha hecho. Ni a la inédita afluencia de industrias, ni a los logros macroeconómicos, reconocidos internacionalmente, a pesar de las condiciones regionales adversas. No lo haremos porque los detractores del gobierno insisten, erróneamente por cierto, que “nada de eso mejora la situación de la gente”. Pues bien, hablemos entonces de la pobreza.

Cuando asumió Horacio Cartes, en el 2013, el programa “Tekoporã” asistía a 80.202 familias y en la actualidad a 145.467, lo que representa un aumento de la cobertura del 76%. En el caso de los indígenas, la ayuda estatal solo alcanzaba a 800 familias, el 3%, mientras que en el presente abarca a 22.206, equivalente al 94%; y la pensión alimentaria para adultos mayores pasó de 94.141 a 166.549 personas.

Pasemos al tema de los campesinos pobres. Hace 4 años, los préstamos del Crédito Agrícola de Habilitación (CAH) no llegaban a más de 40.000 familias de labriegos y la institución se hallaba en ruinas. Ésta hoy maneja un capital de US$ 100 millones y tiene una cartera de clientes que ronda los 80.000, de los cuales 18.000 labriegos se hallaban fuera del sistema hasta que sus deudas fueron re financiadas a 10 años de plazo. Y el Ministerio de Agricultura (MAG) brindó asistencia técnica a 97.200 familias y respaldó a 84.790 con inversiones productivas para la adquisición de tecnología.

Vayamos ahora a la construcción de viviendas sociales destinadas a los sectores más pobres. Esta tuvo un crecimiento exponencial en el presente periodo, llegando a las 20.250, cifra a la que ni se aproximaron jamás las anteriores administraciones. De ellas, el 63% están ubicadas en zonas rurales y 13% en comunidades indígenas. Además, 7.378 están en ejecución y otras 3.000 a punto de iniciarse, con lo cual se superarán las 30.000 casas que albergarán a cerca de 150.000 compatriotas que vivían en condiciones verdaderamente degradantes.

Como puede observarse, en este campo, en el que aún resta un largo camino por recorrer, Peña también lleva todas las de ganar frente a los detractores del “cartismo”, quienes abusan de los discursos relativos al combate a la pobreza, pero, a juzgar por los resultados, nunca antes los llevaron a la práctica.

 Marito, Nicanor y los candidatos propuestos por Lugo podrán seguir presentándose como los “redentores de los más humildes”. Sin embargo, la verdad es que este gobierno hizo al respecto muchísimo más que los anteriores, tal como lo corroboran las matemáticas, no así las “clásicas” arengas electorales.

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