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Hasta un “mau” quiere ser presidente

Tendría que haber algún examen para quienes desean dedicarse a la actividad política, que tenga que ver, especialmente, con su estabilidad mental. Sería fantástico que también abarcara temas como honestidad y ética, pero eso es algo difícil de medir así que sería inaplicable.

La estabilidad mental es fundamental para un político, porque de lo contrario el pueblo corre el riesgo de vivir situaciones como la de Venezuela, o como la que estuvimos a punto en Paraguay con Lino Oviedo. Personas inestables que de repente tienen una cuota de poder, aunque sea mínima, se convencen de que son los dueños del universo y, como la locura es contagiosa, a veces consiguen gente que les cree.

Rodolfo Friedmann era un oscuro politiquito al que no lo quiere ni su papá,  que, de manera sorprendente, llegó a la Gobernación de Guairá en donde hubiera transitado sin pena ni gloria si no se le ocurriera el chiste de la renuncia y luego la no renuncia que despertó interés durante cierto tiempo, el suficiente como para que en Colorado Añetete se fijaran en él y decidieran convertirlo en precandidato y luego candidato a senador, en el lugar número 18.

Y allí hubiera quedado, sin ingresar al Senado, porque el electorado decidió que sean 17 los senadores colorados en este período, si no fuera porque el Movimiento Colorado Añetete decidió que no quería que Horacio Cartes integrara el Legislativo, y se recurrió a una salida que violó la Constitución, las leyes y la institucionalidad, y Friedmann consiguió su banca, robada pero suya al fin.

A partir de allí se volvió en la niña bonita del presidente, a quien está tan agradecido que acepta lo que se le ordene sin mayores cuestionamientos. Creó una comisión bicameral para perseguir a Cartes y se dedicó, los 5 últimos meses del año pasado, a perseguir al expresidente de manera casi descontrolada. Él no sabe que es solo un peón en la partida de ajedrez que juega el presidente de la República con el líder de Honor Colorado, sin descanso y sin tregua alguna.

El trucho piensa que es importante; se creyó todo el discurso y los buenos deseos del entorno añetete; y esto, que en una persona estable no sería más que algo que le dé alguna satisfacción, para él es todo su universo. De verdad se siente importante –siempre estuvo convencido de serlo a pesar de las evidencias que la vida le dio a cada paso- y cree que es fundamental para el oficialismo. De eso a creer que la única forma de que Colorado Añetete gane el poder partidario es con su candidatura, no había ya ninguna distancia.

Dijo que conversó con el presidente y le dijo que él también, al igual que reconocidos y antiguos dirigentes como Juan Carlos Galaverna, Silvio Ovelar o Nelson Argaña, quiere ser presidente de la República por el movimiento oficialista. Y dijo que Abdo Benítez se mostró feliz con la idea. Seguramente, en medio de su delirio, habrá imaginado que el jefe de Estado pensaba que había llegado la salvación para el movimiento y que a través de esa candidatura se ganarían las internas.

Lo gracioso de la historia es que con la absurda pretensión del trucho, se complica más la situación interna de añetete, no porque él tuviera alguna posibilidad de alzarse con la candidatura, sino por la posibilidad de que, cuando descubra que no fue más que un bufón, reaccione como animal herido. Será fascinante ver el proceso.

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