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ASUNCIÓN.- Hasta los propios senadores del “grupete” reconocen que no tienen ninguna objeción al trabajo y trayectoria de Sandra Quiñónez, a pesar de lo cual se niegan a apoyar su nombramiento al frente del Ministerio Público, demostrando, una vez más, que el interés ciudadano les tiene sin cuidado.
Luguistas, liberales y maritistas persisten en su necia actitud de denegar el acuerdo del Senado a una candidata brillante, según sectores políticos, de la sociedad civil y empresariales, simplemente porque no les conviene electoralmente aparecer aliados al oficialismo colorado de Cartes.
El alevoso desinterés por lo que conviene a la ciudadanía ya es una constante en disidentes y opositores, cuyas acciones siempre están motivadas por 2 cuestiones puntuales, buscar el beneficio personal y sectario, y perjudicar al presidente, a quien consideran culpable vaya a saber de qué.
En plena campaña proselitista camino a las internas partidarias simultáneas del 17 de diciembre, todo lo que hacen estos senadores está motivado por el electoralismo, aunque tenga que ver con lo que ocurre en el Ministerio Público, que es fundamental para el funcionamiento de las instituciones y la administración de la Justicia.
Durante estos años, tanto Fernando Lugo como Efraín Alegre y Mario Abdo Benítez mantuvieron una crítica permanente hacia la actuación del fiscal Javier Díaz Verón, a quien siempre acusaron de estar al servicio del gobierno, paralizando procesos y entorpeciendo investigaciones que pudieran perjudicar a Cartes.
Pero ahora, cuando llegó el fin del mandato de Díaz Verón, y existe la posibilidad de renovar el Ministerio Público con una persona reconocida por su trabajo, su honestidad y su valentía, estos personajes vuelven a poner el palo a la rueda y, con la excusa de que si es propuesta por Cartes no debe ser muy buena, decidieron impedir que obtuviera el cargo.
Que asuman esta actitud egoísta justamente en el momento en el que pretenden convencer a sus respectivos electorados de que son la mejor opción, resultaría preocupante si no fuera porque el país de verdad, ese que trabaja, produce… y vota, tiene una visión muy diferente de las cosas y ya se muestra dispuesto a dejarse engañar por cantos de sirena.
