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Nunca antes, tan pocos, mintieron a tantos

En realidad antes de ser criticado el así llamado Caso de la Masacre de Curuguaty,  deberá ser admirado. Se trata de un ejemplo de manipulación perfecta. Su síntesis podría plasmarse en la siguiente sentencia: NUNCA ANTES, TAN POCOS, MINTIERON A TANTOS, DURANTE TANTO TIEMPO.

El caso Curuguaty fue una alquimia de mentiras, de cinismo extremo, el más refinado, sin fisuras, con el rostro pétreo proclamando inocencia pese a que en su fuero íntimo los inculpados sabían que estaban mintiendo, de la manera más artera posible, y la pena que lo hacían ante mucha gente bien intencionada (aunque no todos), los bien definidos como idiotas útiles, gente sensible, de avanzada, defensores fervientes de los derechos humanos, varios de ellos con experiencias marcantes en la tenebrosa época de Stroessner, como el caso de “Nenena” Kannonikoff, cuyo marido Mario Schaerer Prono, fue muerto por torturas en Investigaciones. “Nenena” perdió los estribos durante la lectura de la sentencia, le dio un paroxismo de furia, daba pena una luchadora como ella, que se había tragado hasta el fondo el anzuelo de la farsa campesina, tan bien hecho estuvo el sainete que hasta debería figurar en el libro “Guiness” de los récords.

Nunca antes, tan pocos, mintieron a tantos y durante tanto tiempo.

Manipulación perfecta. Todo estuvo preparado. La “previa”, como dicen los peloteros, con las interminables chicanas que emplearon para alargar el asunto más allá de lo razonable  mientras subían de tono las protestas del vocinglero grupo de sus defensores a ultranza.

A los tumbos, escándalos, marchas y contramarchas, se llegó al día de la lectura de la sentencia. La agitación estaba cantada. Pese a la intimidación y la terrible presión, el Tribunal se mantuvo firme. Ordenó la lectura de la sentencia a los gritos y se marchó, para no arrojar más leña al fuego.  Se lo vio al abogado Amelio Cisco, un jumento perfecto, as de la defensa de los labriegos, como uno de los más vociferantes, con el puño en alto.

Esta mañana, darán a conocer las razones de la sentencia y el carnaval se prepara de nuevo. Sólo que esta vez las fuerzas del orden están mejor preparadas. Habrá que ver qué sucede.

Un caso para ser analizado por los estrategas de los gabinetes de inteligencia de todo el mundo. La gran mayoría silenciosa de la población, que en principio condenaba a los campesinos por su actitud violenta, empezó a tener dudas, a “no entender más lo que pasa”, ante tanta avalancha de acciones estratégicas fogoneadas salvajemente por los medios de comunicación, día y noche, “en vivo y en directo”.

Unas líneas para el justiciero que llegó de ultratumba y está desnudando una de las falacias claves del proceso. Pablo Medina, el periodista asesinado posteriormente por los narcos, probó con una foto que el asesino del Jefe del Operativo Policial, el que disparó primero, etc, fue el cínico Rubén Villalba, justamente condenado por el Tribunal con la pena máxima.

Cuando cae el telón de esta tragicomedia paraguaya, un hombre entre bambalinas, se retira satisfecho. Él sabrá sacar provecho de todo esto. Prohijó la tragedia, fue el responsable de todo lo que pasó, pero nadie lo señala con el dedo acusador.  Fernando Lugo sonríe mefistofélicamente y sueña con volver.

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