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¡Ojalá nos equivoquemos!

Todo muy parecido a los procesos de los años 70 en adelante. La década perdida, la llamaron. En realidad duró mucho más que una década. Líderes legítimos, algunos ya de camiseta populista, hicieron lastimosamente malos gobiernos que terminaron arrastrando a sus países a violentas crisis. La mayoría de ellas “solucionadas” por líderes militares, que llegaron para poner orden y lograr la “reconstrucción nacional”.

Stroessner fue uno de ellos, para qué ir tan lejos. Así en la Argentina, en el Brasil, en Chile, etc., los hombres de uniforme llegaron con sus vistosas charreteras y se plantaron como la solución al drama que se estaba viviendo.  La gente hasta los aplaudió creyendo en ellos.

 Resultaron un fiasco completo, mas ladrones y bandidos, no pudieron ser; también criminales salvajes, puesto que encabezaron represiones sangrientas que hicieron desaparecer a la flor y nata de las juventudes de nuestros países, quienes anticiparon el problema y quisieron correrlos del poder antes que hagan más daño. Lo pagaron bien caro. Hasta ahora se descubren sus tumbas.

Lo que está pasando en el Brasil tiene el tufo a ese drama latinoamericano que estamos mencionando. Todo es muy parecido. Un gobierno populista, que hizo bien sus deberes sobre todo en la cuestión social, y ni que decir en la lucha contra la pobreza, finalmente es derrocado constitucionalmente es cierto, pero dando lugar a una tenebrosa entente,  donde medran viejos manguruyuses de la política brasileña, la mayoría de ellos salpicados por los mismos escándalos de corrupción que terminaron serruchando el piso a la presidenta Rousseff y su padrino “Lula”.

El presidente “interino” Temer fue señalado por un magistrado también como pasible de juicio político al alegar que la acusación es similar a la que llevó al banquillo a Rousseff. Es decir firmar algunos de los decretos que facilitaron maniobras contables para maquillar los resultados del gobierno en los últimos dos años.

La misma suerte corrió otro de los “súper enemigos” de Dilma, especialmente el titular de la Cámara de Diputados, Eduardo Cunha, quien empezó a ser investigado por la Corte Suprema de Justicia, por los delitos de corrupción y lavado de dinero,nada menos que en el “Petrolão”.

Los fiscales acusan a Cunha de haber aceptado $5 millones en sobornos entre 2006 y 2012, relacionados con la construcción de dos buques de perforación de la empresa Petrobras.

Una maravilla, se abrazaron todos y se repartieron cargos en el nuevo Gabinete de “salvación nacional”, proclamando a los cuatro vientos que llamaban a la unidad para “refundar la Nación”.

En plan de redentores lo primero que hicieron es anunciar un masivo despido de más de 4.000 trabajadores de los servicios públicos, antes del 31 de diciembre de este año.

Para más el nuevo canciller, es un  declarado enemigo del Paraguay y se refirió con gruesas palabras al presidente Cartes. Ahora extremará su cinismo obviamente.

Lo decíamos. Todo muy similar. Ojalá nos equivoquemos. Y que el Brasil y por ende los vecinos de este gigante, no hayan caído nuevamente de la sartén…al fuego.

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