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La dictadura más antigua del continente, que había sumido al país en el atraso, el oscurantismo y la opresión, había sido derrocada mediante la sublevación militar encabezada por el Gral. Andrés Rodríguez. Alfredo Stroessner, un déspota sanguinario, partía al destierro un día como hoy, dejando a su paso centenares de asesinados y desaparecidos, así como millares de presos, torturados y exiliados por causas políticas. A todos ellos, y a los que se sublevaron aquel 2 y 3 de febrero, rendimos nuestro homenaje y agradecimiento por la libertad que desde entonces disfrutamos.
ASUNCIÓN.- Aunque la dictadura duró 35 años, siempre hubo gente que se rebeló, se opuso y denunció los abusos, sufriendo persecución, exilio, perdiendo la libertad y, muchas veces, la vida, sin bajar la cabeza ni ceder un mínimo en la lucha, cruenta y desigual, contra un régimen despiadado y criminal.
Así que durante esas 3 décadas y media, mientras el dictador presumía de su poder absoluto, la resistencia iba dejando huellas, horadando la durísima estructura con empeño y valentía. Por eso es importante recordar a estos luchadores y el fundamental papel que jugaron para que el 2 y 3 de febrero de 1989 se concretara, por fin, el golpe de Estado que liberó al país de la dictadura.
Si bien es cierto que la gesta fue protagonizada por militares, quienes fueron los que sometieron a Stroessner, lo obligaron a renunciar y lo mandaron al exilio, hace hoy 30 años, esto no hubiera sido posible si los excesos y abusos fueran públicos y por la campaña de los luchadores, quienes consiguieron mostrar al mundo la barbarie que vivía nuestro país.
La inestabilidad política siempre una característica de Paraguay, en donde, ya desde tiempos de la independencia, se sucedieron golpes, asonadas y cortos períodos democráticos. Por eso, mucha gente pensó que el proceso de transición democrática que se inició el 3 de febrero, con la gente en las calles y la esperanza en los corazones, no iba a durar mucho, ya que los paraguayos éramos incapaces de vivir en libertad porque necesitábamos una mano fuerte que nos sometiera, para así funcionar.
Hubo algunos que se convencieron de esto e intentaron romper el proceso a la fuerza, como Lino César Oviedo, el fallecido exgeneral que fracasó en todos sus intentos golpistas porque ni las Fuerzas Armadas ni la ciudadanía cayeron en su juego.
Y, para que todo el mundo lo vea, hoy cumplimos 30 años de esto que –decían- no iba a durar mucho. En este tiempo, los paraguayos nos demostramos a nosotros mismos y al mundo que somos muy capaces de vivir en democracia y no estamos dispuestos a retroceder un solo ápice en lo que hace al respeto irrestricto a nuestras libertades públicas.
