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Pensar es gratis y puede ser rentable

El país amaneció ayer con una buena noticia económica: sus reservas internacionales ascendieron a poco más de 8.000 millones de dólares, lo que brinda al Banco Central del Paraguay un amplísimo margen de acción para conservar estable la moneda y la inflación bajo control, lo que a su vez le otorga al país un alto índice de credibilidad en los mercados internacionales. Sin embargo, de este hecho a todas luces positivo, se desprenden reflexiones e interrogantes que merecen respuestas por parte de los técnicos del gobierno y, en general, de los profesionales que se desenvuelven en el campo de la economía. Por ejemplo, ¿Para mantener los logros antes enunciados, es necesario que el país guarde “debajo del colchón” un monto tan elevado en concepto de ahorro? ¿No podría invertirse una parte de los mismos en proyectos desarrollistas, sin que eso represente una amenaza a la exitosa política monetaria, aplicada desde hace años por el BCP?

Carlos Carvallo, miembro del directorio de la banca matriz, ensayó una respuesta. Palabras más, palabras menos, dijo que el dato numérico es anecdótico, refiriéndose a los 8.000 millones, y que lo importante es que dicha institución vino manteniendo a lo largo de los años “un nivel adecuado de reservas” para hacer frente a eventuales cambios bruscos en la cotización de la moneda, pero no dijo lo principal: qué criterios se utilizan para determinar cuál es el bendito “nivel adecuado”.

Al respecto, entre los economistas es común escuchar que los países deben contar con reservas equivalentes a 3 meses de sus importaciones, lo que evidentemente no es el punto de referencia empleado en nuestro caso, ya que eso representaría tan solo 3.000 millones de dólares, o sea, menos de la mitad de lo que actualmente se dispone.

Tampoco encontramos alguna pista si tomamos en consideración la relación con el Producto Interno Bruto y comparamos con el de otros países, frecuentemente citados como  auténticos “modelos” , caso Chile, pues las reservas paraguayas rondan el 23% de su PIB, estimado en aproxiadamente 35.000 millones de dólares, en tanto que las del país andino constituyen apenas el 16% (US$ 40.000 millones), para una economía de unos 250.000 millones.

Si nos guiáramos por el endeudamiento público, el resultado sería igual de desconcertante. Siguiendo con el “modelo chileno”, el nivel de endeudamiento de dicho país (US$ 163.000 millones) alcanza el 65% del PIB y el 400% de sus reservas internacionales, mientras que en el nuestro está en alrededor del 23% del PIB y un poco por debajo de lo que tiene el Central depositado en Suiza.

Resulta pues que, en términos proporcionales, las reservas internacionales de Chile son notoriamente inferiores a las del Paraguay, pero, he aquí otro dato, eso no afectó nocivamente su política monetaria, a tal punto que en el 2016 fue el país de menor índice inflacionario de América Latina, con una tasa de solo 2,7%.

Entonces volvemos al inicio. ¿Cuál es el “nivel adecuado”  de reservas para respaldar la estabilidad monetaria, que sin dudas es uno de los rasgos positivos de la última década? ¿Por qué en nuestro caso se requieriría de un volúmen tan elevado, 23% del PIB, mientras que en otros, como Chile, destinan solo el 16%? Y para que al menos todos comprendamos el criterio del BCP, ¿Cuáles son las reglas que sigue en esta materia, que hasta ahora resultan un verdadero misterio?.

Los técnicos en la materia evitan debatir el tema, limitándose a afirmar que “las reservas no pueden tocarse y punto”, como si se tratara de algún principio sacrosanto, atribuible a algún Dios que nadie sabe cuál es.

De nuestra parte, no podemos evitar pensar todo lo que podría hacerse en el país si una pequeña parte de los 8.000 millones de dólares, 1.000 millones por ejemplo, se invirtieran en proyectos de desarrollo, en obras de fuerte impacto económico y social, desde viviendas hasta hospitales, sin necesidad de contratar préstamos para el efecto.

Pero claro, para ello debemos derribar mitos y dogmas, padres de la mediocridad y declarados enemigos del pensamiento.

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