El Museo de Arte Jesuítico, que resguarda verdaderas joyas talladas de madera policromada.
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Periodista española quedó encantada con tallas del Museo de Arte Jesuítico

El Museo Diocesano de Arte Jesuítico de San Ignacio Guazú, Misiones, fue otro sitio que encantó a la periodista española, Amelia Castilla. En su publicación, en el suplemento “El Viajero” del diario El País, destaca que en el mismo se exponen más de 30 tallas de madera policromada. Asimismo, se refirió a San Cosme y San Damián, donde visitó las ruinas, “cuya arquitectura se mantiene casi intacta desde 1760”, manifestó.

Algunas de las 30 piezas que dejó encantada a la periodista española, Amelia Castilla.
Algunas de las 30 piezas que dejó encantada a la periodista española, Amelia Castilla.

ASUNCIÓN.- “El Museo de Arte Jesuítico está asentado en antiguas casas de indios y entre otras joyas resguardas, el colorido conjunto de la Natividad, compuesto por 14 piezas en cuyo centro brilla la imagen de una virgen sentada”, dice la publicación con referencia al Museo Diocesano de Arte Jesuítico de San Ignacio Guazú, ubicado en el departamento de Misiones. La misma fue escrita por la periodista Amelia Castilla, para el afamado periódico español El País.

Remarca que en el lugar se exponen más de 30 tallas de madera policromada, entre las que destaca un precioso púlpito de 2,5 metros.

En otra parte del material, detalla: “No hay que asustarse con los gritos que retumban en la plaza central por encima de las chicharras: se trata de un grupo de monos carayá protegidos por la comunidad”.

Posteriormente, relata su recorrido por otros sitios, indicando: “A unos 30 minutos por la Ruta 1 llegamos a Santa Rosa de Lima. Su torre roja, emplazada en una de las calles principales del pueblo, es nuestro primer contacto con la típica arquitectura jesuítica, caracterizada por el uso de la piedra colorada itaky con la que se levantaron las reducciones”.

Igualmente, dice que  es “visita obligada el Museo Oratorio de la capilla de Nuestra Señora de Loreto para contemplar los frescos pintados por indígenas con orientación de jesuitas y artistas españoles”.

Más adelante, en el artículo, destaca que la última parada de este primer tramo es el pequeño pueblo de Santiago Apóstol, siempre en Misiones, a 55 kilómetros de San Ignacio, en cuya iglesia parroquial se exhibe el único retablo jesuítico completo.

Además, se refiere a la experiencia menú del camino en nuestro país: “Constantemente nos cruzamos con vendedores ambulantes que llevan cestos de mimbre cargados de chipa, un delicioso pan de queso hecho con almidón de yuca. La infusión paraguaya más popular es el mate frío o tereré, a base de agua fresca, limón, menta y otras hierbas, ideal para afrontar el calor húmedo”.

En otro pasaje, menciona las construcciones que se observan en diversos sectores, destacando expresiones de Augusto Roa Bastos, a quien se refiere como “el gran escritor paraguayo ganador del Premio Cervantes”. Este dice: “La ruta paraguaya ofrece una mirada íntima de la cultura guaraní y permite comprender la importancia que tuvieron los jesuitas en Sudamérica. El tiempo fue avaro con indios y jesuitas. La historia, esa alucinación en marcha, fue con ellos excesivamente pródiga en vicisitudes e infortunios”, dice y concluye: “Pero allí están las ruinas, en su grandeza adivinada”.

A SAN COSME Y DAMIÁN, POR LO MENOS UN DÍA

En otro artículo, se refiere a otra ciudad de ruinas jesuíticas del departamento de Itapúa, que también fue visitada: “A San Cosme y San Damián  hay que dedicarle al menos un día. Por la mañana se pueden visitar las ruinas, cuya arquitectura se mantiene casi intacta desde 1760, igual que los telescopios, cuadrantes astronómicos y el reloj de sol construidos por el padre Buenaventura Suárez. Por la tarde conviene hacer la excursión a las dunas de San Cosme, a una hora de viaje en barco por el impactante río Paraná”.

Con casi 5.000 kilómetros de longitud, el Paraná arma allí un colosal lago colorado en el que emergen dunas de 300 metros de longitud. En palabras del escritor Horacio Quiroga, amante de la región: “El paisaje es agresivo y al atardecer su belleza sombría y calma cobra una majestad única”, señala.

Finalmente, a 116 kilómetros por la Ruta 1 llegamos a las maravillosas ruinas de Santísima Trinidad, declaradas patrimonio mundial en 1993, se considera que la plaza mayor, las casas de nativos, la majestuosa iglesia con su claustro y la torre son las mejores conservadas. La perspectiva de la explanada de la iglesia con su pila bautismal, su laborioso púlpito y el pórtico de la sacristía impresionan tanto como el friso de ángeles músicos.

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