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Periodistas amargados y “fateritos alquilados”

Por: Cirilo Ibarra Enciso. Periodista de ADN en Mariano Roque Alonso
Por: Cirilo Ibarra Enciso. Periodista de ADN en Mariano Roque Alonso

La amargura es una forma de depresión, en la que una persona se enfoca negativamente en el mundo exterior. La amargura es el resultado de un profundo resentimiento y el amargado es el que se pasa criticando, el que se siente constantemente enojado, ofensivo y con autoestima muy baja. Y ni hablar de su total y absoluto complejo de inferioridad.

Diciendo esto, es fácil concluir que, por ejemplo, el impresentable y grosero Enrique Vargas Peña, quien se cree periodista, es un amargado. Sí, la amargura se refleja en su rostro, en sus expresiones, porque solo abre la boca para “vomitar” sapos y culebras.

Es evidente que hasta hoy no puede digerir el hecho de haber sido rajado del Grupo La Nación. Y pese a haber tenido de vuelta una oportunidad en una radio, para seguir descargando sus iras y rencores, no aprovechó para tratar de posicionarse otra vez, si es que alguna vez estuvo bien posicionado y de nuevo fue “cordialmente” invitado a volver a la calle.

Hoy, ya en ninguna emisora lo quieren y no le queda de otra, más que consolarse con el periscope. Utiliza esa aplicación para emitir video en directo y así sigue también dando rienda suelta a otro de sus sentimientos, el odio. Ese estado de ánimo que es producto de la inmadurez y el odio se gesta por algún motivo, presente o pasado, pero que corroe a la persona hasta su tumba.

Esta es una pequeña descripción de una persona como Enrique Vargas Peña, quien no puede escribir, ni hablar dos tres palabras sin referirse al presidente de la República y de la forma más injuriosa, calumniosa, difamatoria y grosera. Pero por suerte (para él)… “el águila no casa mosca”, el Jefe de Estado no debe tener tiempo, primero para escucharle y segundo para ocuparse de algo tan insignificante.

Pero en el ámbito periodístico, en el que Enrique Vargas Peña cree estar, corresponde hacer referencia a su comportamiento, por más insignificante que sea y porque no, corresponde también dedicar algunas líneas al comportamiento de otros resentidos sociales, quienes hacen también periodismo.

Y en este mundo de la comunicación, hay muchos “fateritos alquilados”, como diría Javier Sánchez, quien estuvo como director de Prensa del Palacio de Gobierno, en la época de Federico Franco.

Y al recordar esto, fácilmente uno puede pensar en ciertos periodistas que son “estrellas” en diversos medios, ya sean radiales, escritos y televisivos, los Óscar Acosta, Luis Bareiro, Menchi Barriocanal, Santiago González, Roberto Sosa, Mabel Rehnfeldt, etc.

Nadie puede decir que son fateros, vendidos o alquilados, pero dejan esa sensación. Y de que son también amargados, puede ser, porque sus actuaciones y comportamientos no distan mucho de Vargas Peña.

El filósofo argentino, Tomás Abrahan, escribió un libro “La Lechuza y el Caracol”, en la que parece referirse a los periodistas paraguayos. Señala que no hace falta el periodismo militante para emitir opiniones y llevar acabo minucioso análisis de la realidad con inclinaciones políticas manifiestas o tácitas.

Agrega que la calidad periodística tiene que ver con el lenguaje. Hasta destaca que lo deshonesto no es tener simpatías políticas, adhesiones ideológicas, sino juntarlas con criterio de objetividad para defender temas de posición solapada. “Lo deshonesto es ocultar información para no favorecer a otro bando. Lo deshonesto en el periodismo es sesgar para no favorecer a algún sector”.

Sin dudas que es una lectura recomendada a los periodistas que se dedican única y exclusivamente a tratar de desprestigiar al Jefe de Estado. Hacen programas y más programas con la presencia de cualquier Juan Pueblo con la única condición de hablar mal del gobierno actual.

Y supuestamente ellos son los que tienen seguidores, que son dueño de la verdad, pero es evidente que están muy equivocados. Y eso se refleja en este tiempo en que desde la política se está mirando a figuras queridas de los medios de comunicación. Pero ¿quién  se acuerda de por lo menos de uno de ellos? Nadie, absolutamente nadie.

Se recurre a comunicadores del espectáculo, o del periodismo deportivo, como serían Rubén Rodríguez, Hugo Javier, Benicio Martínez, por mencionar algunos nombres.

Y esta situación hasta parece enervar más a las “estrellas” del periodismo, porque nadie les da ni la hora. Y cada vez se muestran más  resentidos y porque que no, podría estar también celosos para completar sus condiciones tan deplorables.

Por favor, traten de salir de ese sentimiento tan dañino, porque hasta parece que se asocia a la envidia.

“El odio carcome el cerebro, la envidia corroe el alma y los celos aniquilan el corazón”, dice un refrán.

Basta de prostitución en el periodismo. Basta “señores” periodistas de buscar peleas entre paraguayos. Basta de instar a la violencia. Basta de periodismo basura.

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