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Pierden toda credibilidad

Ningún reclamo que utilice la violencia como forma de expresión puede ser tomado en serio ni por la ciudadanía ni por las autoridades. Este es el grave error que cometen los que se autodenominan “escrachadores” que decidieron recurrir al peor método para hacer saber sus reclamos.

Los escraches son copia de una costumbre argentina y empezó en nuestro país como una manifestación hasta positiva, porque hasta hace poco consistía en repudiar a algún alto funcionario que estuviera investigado por la Justicia por hechos de corrupción, cuando este asistía a locales públicos, generalmente restaurantes, en donde los demás comensales lo abucheaban.

Sin embargo, desde el año pasado, la agresividad subió de nivel exponencialmente, ya que ahora no se trata ya de encuentros casuales en donde se les hace saber que son repudiados por la gente, sino que ahora se los busca, y los escrachadores llegan hasta sus viviendas particulares para manifestar ese mismo repudio, pero ahora con una violencia que muy bien podría ser considerada un delito.

Esto es lo que ocurrió el jueves pasado en la vivienda del diputado esteño Justo Zacarías. Un grupo de unas 10 personas llegó hasta la casa y empezó a tirar basuras, huevos, harina, y hasta aceite de motor por las paredes y los muebles que estaban en el corredor de acceso a la vivienda.

El legislador y su esposa ni siquiera estaban en su casa, así que las agresiones no fueron dirigidas a ellos, sino a su hija de 10 años, quien sí estaba allí y ahora quedó con trauma por la mala experiencia vivida.

No queda claro qué es lo que pretenden estos personajes a la hora de atacar la vivienda familiar de un funcionario. Por más denuncias de corrupción que hubieran contra suyo, es obvio que la cuestión es con él y no con su familia, en donde, para colmo, casi siempre hay niños pequeños.

Es más, la Justicia actúa en contra del funcionario denunciado y no mete en el paquete a sus parientes, porque sabe que estos no tienen culpas que pagar. Sin embargo, los escrachadores atacan a todos, a los supuestos culpables y a los claramente inocentes.

Por otro lado, ¿cuál es el sentido de la basura y los huevos contra la pared de las casas familiares? No es que pretenderán que el funcionario en cuestión se vea tan afectado por estas manifestaciones que le entre el arrepentimiento y decida entregarse a la Justicia y confesar sus crímenes. La verdad es que más parece una cuestión de venganza o revancha, y no un verdadero deseo de justicia para la ciudadanía.

Sea como fuere, está mal lo que están haciendo y bien pudiera la Fiscalía actuar de oficio e imputar a varios de estos “escrachadores”, quienes, finalmente, no son más que patoteros que pretenden conseguir sus fines a través del miedo y la zozobra, casi siempre de gente que no tiene nada que ver con lo que reclaman.

Basta de estos personajes que parecen haber despertado el miedo hasta de los jueces y fiscales, que temen ser víctimas de sus escraches, por lo que prefieren hacer la vista gorda ante sus desmanes. Esta no es la forma de que la ciudadanía consiga hacerse escuchar por sus autoridades.

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