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Por culpa de otros…

En los procesos “anticorrupción” que sacuden a varios países de Sudamérica, un elemento común es la decepción hacia los gobiernos y fuerzas consideradas de izquierda, como el de Dilma Rousseff y el Partido de los Trabajadores (PT) en el Brasil o, guardando las diferencias, del “kirchnerismo” en la Argentina. Habían llegado al poder no solo con un discurso de fuerte contenido social sino, también, con mucho énfasis en la honestidad, la transparencia, etcétera, etcétera. Pero muy prontamente, al cabo de unos pocos años, empezaron a dar muestras claras de que habían sucumbido a los “vicios burgueses” que antes cuestionaban con rigor, espacialmente a aquellos emparentados con la corrupción.

A las corrientes conservadoras ya se las conocía, siempre vinculadas al bandidaje y a la rapiña, no así a los que venían en una cruzada casi “moralizadora”, por eso la frustración fue mayor. El cuento viene al caso porque algo similar parece estar ocurriendo con el gobierno municipal de Mario Ferreiro, no tanto por su integridad, que parece seguir a buen resguardo, sino por las malas compañías de las que se rodeó y que le están haciendo “meter la pata”, demasiado rápido, como quedó dicho.

Como muestra vayan dos botones: las oscuras negociaciones con Ivesur y, ahora, la concesión del estacionamiento tarifado a una empresa que tenía como asesor nada menos que al Jefe de su Gabinete…

Los brasileños habían conocido las desviaciones de la dirigencia petista ya con el sonado caso del “mensalao” o escándalo de las mensualidades (sobornos) que se pagaban a parlamentarios para que votaran a favor de proyectos del Ejecutivo; mientras que los argentinos observaban pasivamente como los Kirchner amasaban una enorme fortuna. Pero entonces había mayor permisividad y hasta incredulidad. Podían ser cuestiones inventadas por la O Globo y por la “corpo”, grupos que cierto “bien bailan”. Además, los precios de los “commodities” estaban por las nubes y las economías bastante sólidas, lo cual les permitía desarrollar ambiciosos programas sociales que le signifiquen una segura clientela política.

Pero las vacas gordas fueron perdiendo peso, hasta llegar a niveles casi esqueléticos. Los programas empezaron a recortarse, los precios a aumentar y el trabajo se tornó cada vez más escaso. Todo esto, mientras los antiguos “compañeros”, los “luchadores”, se llenaban de manera grosera los bolsillos. Hasta que saltaron los casos de “Petrobras” y “la ruta del dinero K”, entre otros, y la gente les dijo ¡basta!, tumbándolos con los votos, como a Cristina, o no moviendo un dedo para defender su continuidad en el gobierno, como a Dilma.

Los ejemplos no significan la menor expectativa en quienes tomaron la posta; verdaderos maleantes que están como cuervos sobrevolando sobre la presa. Los mencionamos al solo efecto de hacer un paralelo con Mario, quien en muy poco tiempo está mostrando síntomas similares a los que sufrieron otros dirigentes de la región, casi todos ellos bien intencionados, pero con entornos siniestros que no hesitaron para llenarse los bolsillos, arrastrando a magníficos proyectos populares al abismo.

El caso Ivesur, empresa que realiza el pésimo servicio de inspección vehicular, así como la reciente concesión del estacionamiento tarifado en la Capital, tienen el insoportable tufo propio de los negociados, así como un mismo “modus operandi”. En el primero, le sacaron del caso al abogado que  pleiteó por años para que la Municipalidad no ceda al chantaje millonario de dicha firma, para poner en su reemplazo al actual director jurídico, que desde que se sentó en su despacho comenzó a maniobrar a favor de dicha empresa, con la que ya tuvo relaciones en el pasado. En el segundo, concedió la explotación a una compañía de la cual era asesor Max Rejalaga, su actual Jefe de Gabinete.

Pero Mario no tiene el margen de maniobra, el tiempo de paciencia e incredulidad que tanto benefició a los otrora poderosos gobiernos de Brasil y Argentina, ni tampoco el carruaje político que sustentaba a aquellos. Él llegó a la intendencia ya en épocas de vacas flacas, muy flacas, por lo que debiera ser consciente de que un “resbalón” le puede costar muy caro en su carrera política, si es que tiene alguna pretensión al respecto, y si su proceder es igual al de todos sus antecesores, las consecuencias pueden ser aún peores.

Dicho en otros términos, en su caso bastaría solo un “mensalao” o un rápido aumento patrimonial suyo o de sus colaboradores para que los resultados sean idénticos al de un “Lava Jato”. El hombre debería ponerse más fuerte y empezar a “barrer” la casa, donde quedaron algunos “escombros” que podrían estropear su delicada gestión.

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