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Prensa cortoplacista y superficial

El mismo lluvioso día y en el mismo lugar en el que el presidente Horacio Cartes y la ministra de la Senavitat, Soledad Núñez, entregaban más de 300 nuevas viviendas a personas de escasos recursos del Departamento de Cordillera, un militar del batallón escolta acercó un paraguas al presidenciable Santiago Peña, quien participaba del mismo acto.

No hace falta ser muy listos para saber cuál de estos 2 hechos fue el que más destaque recibió en los medios de comunicación y se volvió viral en las redes sociales, el del paraguas. Los análisis que surgieron a partir de un hecho banal e insustancial alcanzaron un nivel de delirio difícil de explicar. Los medios aprovecharon la ocasión para mostrar a Peña como una persona sin carácter, débil y afeminado porque había, supuestamente, humillado a un militar de carrera utilizándolo como su esclavo.

Algunos internautas llegaron, incluso, a publicar las atribuciones y responsabilidades del batallón escolta, y, por supuesto, entre ellos no estaba el hecho de sostener un paraguas para proteger a un presidenciable de la inclemencia del tiempo. Conocidos y viejos periodistas convirtieron este tema en “tendencia” en Twitter y buscaron desesperadamente a Peña, no para preguntarle sobre su programa de gobierno o los planes que tiene para eliminar la pobreza, sino para ponerle en aprieto dejando en evidencia su falta de solidaridad, de conciencia social y de respeto hacia el segmento militar, porque ya no se trataba de un solo uniformado, sino de todo el estamento militar, que había sido agredido y menospreciado por un “señorito” que, encima, pretende llegar al Palacio de López y convertirse en comandante en jefe de las Fuerzas Armadas, a las que había demostrado no tener ningún respeto.

A muchos, la simple y llana respuesta de Peña habrá dejado fuera de juego. Sin ponerse tenso ni nervioso, el presidenciable comentó que estaba en el acto oficial, bajo la lluvia como todos, y que de pronto alguien colocó un paraguas sobre su cabeza. Ni siquiera sabía quién lo había hecho o de quién había sido la idea. Lo tomó como lo que era, una gentileza y un detalle de atención, a lo que se mostró agradecido. Y punto. Sin crisis, sin rasgadas de vestiduras ni conflictos existenciales.

La historia del paraguas fue un bluf, uno más de los tantos a los que nos tiene acostumbrados esta prensa cortoplacista y superficial, que está tan convencida de que lo que vende son las malas noticias y no los hechos positivos, que ha asumido la postura de ignorar y mantener en la ignorancia a sus lectores, sobre cualquier hecho que pudiera implicar un beneficio para la gente.

Nadie, en su sano juicio, habría pensado siquiera en ignorar un acto tan positivo como que más de 300 familias cordilleranas, que vivían en la indefensión, esa noche iban a dormir bajo un techo propio. Pero nuestros medios llamados “independientes”, que, en realidad no son más que el brazo armado de las ambiciones de sus patrones, ni siquiera lo mencionaron; ignoraron el acto protagonizado por Cartes y Núñez, y centraron toda su atención en la anécdota de un paraguas.

No nos queda más que preguntarnos, ¿en serio esta es la clase de prensa que se merece este país? Cuesta aceptarlo.

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