Excardenal Theodore McCarrick “compartía su cama con seminaristas”.
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Primero lo perdonó y ahora lo condena

ASUNCIÓN.- El excardenal Theodore McCarrick ha sido encontrado culpable de múltiples abusos sobre menores de edad y de comportamientos inapropiados con seminaristas y sacerdotes jóvenes. Ya entre los años 2009-2010, fue sancionado por Benedicto XVI, sin embargo, tras la llegada de Bergoglio a la Sede Pontificia, estas sanciones fueron “levantadas”. Pero, curiosamente, el antes “perdonado”, el 13 de febrero pasado fue reducido al estado laical por el Papa Francisco.

Juzgar los acontecimientos presentes sin tener en consideración el pasado, los antecedentes, es un vicio especialmente característico del hombre contemporáneo, que tiende a valorar hechos concretos como si fuesen islotes emergidos milagrosamente donde antes sólo había agua. Quiere decir que debemos repasar los antecedentes de McCarrick, sus encubridores y la influencia del lobby gay dentro de la Iglesia Católica para comprender el hecho presente.

En el año 2000, un 22 de noviembre, el padre Boniface Ramsey, O.P., había denunciado ante la Santa Sede que McCarrick “compartía su cama con seminaristas”, e invitaba a cinco cada vez para que pasaran con él el fin de semana en su casa de la playa. Y añadía que conocía a un cierto número de seminaristas, algunos de los cuales fueron ordenados en la archidiócesis de Newark, que habían sido invitados a susodicha casa y habían compartido cama con el citado. Pero, el cardenal Ángelo Sodano, entonces secretario de Estado, le hizo caso omiso.

Los graves actos siguieron sucediendo en años posteriores, hasta que un día miércoles 22 de agosto del año pasado, la historia tomaría otro rumbo. Entra en escena Mons. Carlo Maria Viganò, exnuncio de los EE.UU., y los medios lo llaman como “el hombre que desafió al papa Francisco”. Una caracterización tan propia de esta época, pero tan alejada de la verdad.

Esa mañana, Viganò se presentó en la casa de Marco Tosatti, un periodista del Vaticano. Quería darle forma a algo que sacudió al mundo: una carta de 7.000 palabras en la que pidió la renuncia del papa Francisco porque conocía desde junio de 2013 —según lo afirmó— las acusaciones de abusos sexuales que pesaban sobre el cardenal Theodore McCarrick, y sólo lo sancionó cinco años más tarde.

En el texto de 11 páginas, el exembajador Vaticano en Washington, también acusó a otros miembros de la iglesia católica de formar “un lobby gay” y encubrir las acusaciones contra el cardenal estadounidense. El Papa, dijo, protegió esa “corriente homosexual” dentro de las autoridades católicas, que tienen “el poder de los tentáculos de un pulpo” y lo emplean para “estrangular a las víctimas y las vocaciones sacerdotales”.

El “lobby gay”, no solamente tiene como miembro principal a McCarrick, sino también al cardenal Óscar Andrés Rodríguez Maradiaga. ¿Y qué tiene esto que ver con el cardenal Maradiaga, hombre de confianza del Papa Francisco? En realidad, como nos revela el famoso informe Viganò, mucho. Según el exnuncio apostólico en Washington, el arzobispo de Tegucigalpa habría encubierto durante años al condenado McCarrick: ‘Los nombramientos de Blase Cupich en Chicago y de William Tobin en Newark fueron orquestados por McCarrick, Maradiaga y Wuerl, que están unidos por un pacto infame de abusos por parte del primero, y de encubrimiento de los abusos por parte de los otros dos. Theodore Edgar McCarrick, y el arzobispo de Tegucigalpa, Óscar Andrés Rodríguez Maradiaga. Ambos personajes son de sobra conocidos hoy, y no precisamente por causas distintas. Recordemos, antes de nada, que McCarrick fue reducido hace unos días al estado laical por la Congregación para la Doctrina de la Fe. ¿El motivo? Haber violado el sexto mandamiento abusando sexualmente de menores y adultos, así como haber profanado el sacramento de la confesión con el agravante de ‘abuso de poder’.

Pero, claro, Maradiaga es uno de los más próximos asesores del Pontífice: ‘Maradiaga se siente tan seguro de la protección del Papa que puede tachar de “cotilleos” los llamamientos insistentes de decenas de seminaristas suyos, que han tenido la valentía de escribirle una carta después de que uno de ellos intentara suicidarse debido a los abusos homosexuales que se cometen en el seminario’.

Y para conlcuir, el nombrado también en este artículo, el cardenal arzobispo de Chicago, Blase Cupich, uno de los organizadores de la cumbre “Encuentro para la tutela de los menores en la Iglesia”, había afirmado que “La homosexualidad en sí misma no es la causa de los abusos”; sin embargo, el 80% de las víctimas de los abusos sexuales cometidos por el clero son masculinas. Atendiendo a todos estos datos, cabría pensar que las ovejas seguirán estando a merced de pastores con “olor a azufre del infierno”.

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