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El procurador y la mujer del César

El criterio de oportunidad” es el mismo concepto que se le aplicó al exdiputado José María Ibáñez por el caso de los caseros de oro. Significa que él mismo reconoció el delito y que lo palió, de algún modo, devolviendo parte de la plata obtenida de manera irregular. Esto hizo que la Justicia desestimara el caso en su contra, lo que generó una reacción negativa en la ciudadanía, que no descansó hasta que el entonces legislador colorado renunciara a su banca.

Pues bien, esta es la misma figura que se usó en el caso del nuevo procurador general del Estado, Sergio Coscia. Estaba imputado por 2.700 millones de guaraníes, confesó su culpa y devolvió 260 millones (ni siquiera el 10%) pero a él no le hicieron renunciar a nada sino que le premiaron con el alto cargo en el Estado.

Hay gente que dirá que si la Justicia dio por terminada la causa y que él devolvió, aunque sea una mínima parte del dinero, no hay ya un delito por el cual acusarlo; sin embargo, eso podría servir para cualquier ciudadano que no tuviera la responsabilidad de ocupar un cargo público, pero desde luego no sirve para el caso del procurador general, la persona que tiene la responsabilidad de velar y proteger los bienes del Estado y representarlo en los juicios que hubiera en su contra.

El procurador debiera ser como la mujer del César, no solo ser bueno, sino parecerlo. Y, lamentablemente, Coscia no parece bueno. Es, además, obvio que su nombramiento tiene detrás la mano de Juan Ernesto Villamayor, ministro del Interior, porque el nuevo funcionario pertenece a su estudio jurídico, así que allí no se tuvieron en cuenta ni méritos ni aptitudes, sino fue un simple tráfico de influencias. No podemos ignorar que una de las personas más poderosas del nuevo gobierno es, precisamente, “Juancho”.

No podemos creer que hasta en el mismo movimiento del presidente no haya alguien capaz, idóneo y sin un pasado oscuro, que pudiera ocupar el cargo con altura y sin bajar la cabeza. No es cierto que todo el mundo tenga techo de vidrio. Incluso en la clase política hay personas honestas aunque no muchas de ellas lleguen a ocupar cargos electivos, más que nada, seguramente, por la falta de medios económicos para solventar una campaña electoral.

¿Por qué siempre se cae en el viejo error de elegir a personas con un pasado cuestionable, más o menos turbio, que ensucia cualquier expectativa que se pudiera tener por el papel que le tocará desempeñar en su nuevo cargo? Es la primera vez que Coscia ocupa un cargo público. Si ya fue capaz de meterse en entuertos oscuros cuando estaba en el sector privado, cuánto más será capaz de hacer ahora, con los bienes del Estado a su disposición.

Para colmo, ni siquiera tiene la humildad de reconocer sus fallos, sino con bastante petulancia se presenta ante los medios “como el abogado que peleó contra la enmienda constitucional”, como queriendo decir que es algo así como un superhéroe por haberse enfrentado al entonces presidente Horacio Cartes.

Definitivamente, si lo comparamos con la mujer del César, el procurador Coscia no es ni parece ser honesto.

 

 

 

 

 

 

 

 

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