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¿Qué estarán haciendo Gondra o Eusebio Ayala?

Sin lugar a dudas, personalidades del liberalismo como Manuel Gondra, Eusebio Ayala y José P. Guggiari, entre muchos otros, deben estar revolcándose en la tumba al observar quién detenta las riendas de la organización que ellos hicieron grande: Un maleante como pocos, quien de mantenerse en la presidencia del PLRA demostrará muy pronto que no es su “Salvador”, sino su sepulturero.

Efraín Alegre volvió a la escena política cual Mesías descendiendo de los cielos. Como el “Salvador” del liberalismo y hasta de la Patria, implacable, presto a desatar su ira contra todo aquel que tan solo pensara en desviarse del recto camino, como se lo pinta a Dios en el antiguo testamento. Desde el primer día de su retorno, su prédica giró en torno a la necesidad de oler a oveja, estando “cerca de la gente” y a denostar contra el Gobierno, estando “lejos de Cartes”. Sus antecedentes son espantosos, pero por una serie de circunstancias, entre las que se destacan la larga crisis que arrastra el liberalismo y la muy flaca memoria de una parte de sus bases, terminó siendo ungido como presidente de su partido, convencido de que esto lo catapultaría al Palacio de López. Claro, esto último solo hace parte de sus utopías, porque cargando sobre las espaldas con “la ruta de la mentira” y teniendo como “escuderos” a José “Pakova” Ledesma y a un desquiciado que maltrata a mujeres, como Luis Aníbal Schupp, con certeza no llegará ni a la vuelta de la esquina.

Lo que resulta sorprendente no son las pretensiones de Alegre, ni de quiénes se rodea, pues al fin y al cabo todos tienen  derecho a soñar y, aunque resulte reprochable, a elegir malas compañías; sino que el “soñador”  ni siquiera está imputado por casos de público conocimiento, como “la ruta de la mentira”, cuando en realidad hace tiempo ya debió ser enjuiciado y condenado a pena carcelaria por ese y otros motivos.

Ayer nomás, su correligionario y senador, Blas Llano, se refirió públicamente al tema, recordando que durante la gestión de Efraín al frente del Ministerio de Obras Públicas (MOPC), en el Gobierno de Fernando Lugo, desembolsó granes sumas por trabajos que no se realizaron en aquel entonces, como el tramo que ahora une Caaguazú-Vaquería-Yhú.  Fue una estafa monumental a las arcas del Estado. Su deliberada mala fe se demuestra en el solo hecho de haberle favorecido con la adjudicación a una empresa que no estaba calificada para el efecto, a lo cual se suma que cuando ésta se “borró”, tampoco activó el seguro que siempre existe en este tipo de contratos, por lo cual el país sufrió un enorme daño a su patrimonio.

Sin embargo, su proceder delictivo no se limitó a “la ruta de la mentira”. Como ésta, también autorizó el desembolso de montos millonarios para desarrollar otros emprendimientos que hasta ahora brillan por su inexistencia, como los que tenían que llevarse a cabo en Ñeembucú, tal como denunciara recientemente el titular de la ANR, Pedro Alliana. Y como si lo mencionado fuera poco, la propia Contraloría General de la República detectó en la administración de Efraín, en un año de ejercicio, un faltante de G. 40.000 millones, que al cambio de la época representaban alrededor de 10 millones de dólares.

Sin lugar a dudas, personalidades del liberalismo como Manuel Gondra, Eusebio Ayala y José P. Guggiari, entre muchos otros, deben estar revolcándose en la tumba al observar quién detenta las riendas de la organización que ellos hicieron grande: Un maleante como pocos, quien de mantenerse en la presidencia del PLRA demostrará muy pronto que no es su “Salvador”, sino su sepulturero.

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