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Qué rabia

Por: Marilut Lluis O’Hara
Por: Marilut Lluis O’Hara

Una de las cosas que se tiene que ver cómo solucionar cuando alguna vez tengamos una nueva Constitución, es el excesivo poder que tienen las cámaras del Legislativo. Fíjense nomás, el Parlamento, vía juicio político, puede echar al presidente de la República, los ministros de la Corte Suprema de Justicia y varios otros titulares de instituciones importantes.

Sin embargo, nadie de otra institución o poder del Estado puede juzgar y echar a un solo parlamentario. Eso corre a cargo de ellos mismos, quienes son jueces y parte en cualquier caso que tenga que ver con sus travesuras. Así que en cualquier caso tienen la sartén por el mango estos personajes, la mayoría de los cuales es sinvergüenza y sospechosos de haber cometido algún tipo de delito.

De ambas cámaras, la que me despierta más rabia es el Senado. Salvando unas poquísimas diferencias, la mayoría ha decidido jugar con la Constitución y las leyes y ha hecho pito catalán a cualquier situación que pudiera beneficiar a la ciudadanía. Y nadie puede hacer nada al respecto porque estamos, absolutamente, en sus manos.

Hace más de un año y medio que tres ministros de la Corte fueron acusados por Diputados por varios delitos, entre ellos prevaricato y desconocimiento de la ley. Pero he aquí que hasta ahora estos tipos siguen ocupando un lugar en el máximo tribunal de la República y siguen dictando sentencias en las que, casi siempre, no se aplica ninguna de las leyes vigentes, sino la conveniencia de alguna de las partes que es amiga o tiene plata.

El contralor general de la República tiene mandato vencido desde diciembre del año pasado. Y el Defensor del Pueblo, desde hace 7 años. Cualquiera que se sintiera afectado por una resolución proveniente de alguna de estas instituciones pudiera recurrir a la Justicia porque tanto Roy Rodgers como Manuel Páez Monges debieran estar en sus casas y no al frente de instituciones tan importante. Pero siguen allí, porque los senadores no han podido encontrar el camino adecuado para conformar sendas ternas de candidatos a fin de que Diputados pudiera elegir a sus sucesores.

Y como si todo esto fuera poco, la venalidad de estos legisladores hace que sigamos soportando a 3 forajidos al frente de la Justicia Electoral. Porque eso sí, diputados y senadores viven haciendo chúmbale con el juicio político a cualquiera que se anime a cuestionarlos, pero cuando se trata de compinches con los que obtienen beneficios, desvían la mirada y se hacen los ñembotavy.

Estoy podrida de esta clase política sinvergüenza y ventajista. Para colmo tengo la sensación de que llevo años plagueándome al pedo, sin que nadie me tome en serio. Estoy pensando seriamente bajar a la arena política, postularme para el Parlamento en el 2018 y darles un saplé, en su cancha, a estos badulaques.

Empiecen a temblar…

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