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El apoyo que los militares venezolanos están dando al régimen totalitario de Nicolás Maduro, cuando casi todo el mundo -salvo ciertos prototipos de dictaduras- le retiró su apoyo, le urge a que se vaya y que libere de calamidades a su pueblo, es una evidencia más de lo que siempre pasó a lo largo de la historia. Los militares están sujetos a los cantos de sirena que se dan en estas circunstancias y asumen actitudes que no condicen con el rol para el que fueron señalados por la Constitución Nacional, en el momento de su creación.
Los tiranos de todas las épocas siempre se han refugiado en los militares. No hace demasiado tiempo que en Latinoamérica, todos los países sufrían el abuso y los desmanes de regímenes dictatoriales, muchas veces encabezados por los propios uniformados, que sojuzgaban y sometían a la población sin ninguna contemplación. Aunque no es exclusiva, es en esta región en donde se han dado los ejemplos más duros de sometimiento de los pueblos a través de los militares y sus armas.
Por supuesto, responder al poderoso siempre reporta increíbles beneficios económicos, y mientras se llenan los bolsillos, deben hacer el trabajo sucio, reprimir las justas aspiraciones del pueblo, como está ocurriendo en este mismo instante en la república hermana de Venezuela.
La ecuación de los militares siendo utilizados en estos menesteres también se manifiesta en otro sentido. Maduro tocó la puerta de los cuarteles, los preparó, ubicó a su gente en los sitios de mando, previendo justamente lo que está pasando hoy.
Los políticos son también la mitad de culpables del hecho de que los militares se inmiscuyan en actividades políticas, lo cual les está absolutamente vedado.
En Paraguay, los militares sostuvieron la dictadura de Alfredo Stroessner, durante 35 años, y cuando se sublevaron, tampoco los objetivos fueron el amor a la patria ni al pueblo, sino que su líder vio afectados sus negocios. Durante el régimen stronista, quien pasó por el colegio militar, pasó a formar parte de una gavilla que encabezaba todo tipo de represión, persiguiendo inmisericordemente a la ciudadanía.
Y desde entonces, si bien es cierto que los mismos se adaptaron a los nuevos tiempos y se quedaron en sus cuarteles, resistiendo, incluso, los chúmbales de un demente como Lino César Oviedo, quedó más que palpable la necesidad de replantear el rol de las FF.AA. en tiempos de democracia.
De hecho ya se hicieron ensayos, en el sentido de hacerlas trabajar en la prosecución de obras públicas paralizadas o sumamente necesarias, con su personal y maquinarias.
Quizás ese sea el camino. Unas FF.AA. útiles a la ciudadanía, a sus necesidades, a su futuro.
El rol bélico de las FF.AA. en un país como el nuestro, debe ser materia de una sesuda discusión en todos los niveles, desde el Ejecutivo, pasando por el Parlamento, los partidos políticos, la ciudadanía, etc.
Los gastos en esta materia son ingentes y no se podrá estar nunca a la altura de la inversión que se hace en otros países.
La obsecuencia de la milicia venezolana tendría que hacernos reflexionar sobre el papel de las Fuerzas Armadas en el Siglo XXI. Tienen que ser útiles y comulgar con el pueblo, como premisa básica.
Pero un tema de alto interés nacional como éste, de hecho requiere una suerte de acuerdo nacional, para que las cosas salgan bien.