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Tanta hipocresía demostrada en la Cámara Alta del Congreso Nacional por los disidentes mal llamados colorados –especialmente en los últimos tiempos del año que se fue- constituye una verdadera vergüenza. Está comprobada la falta de altruismo y el poco interés por legislar a favor del pueblo que demostraron estos parlamentarios.
Los caprichos demostrados por los senadores “Marioabdistas”, que priman sus intereses electoralistas en claro desprecio a la ciudadanía en general, son muy lamentables por sobre todas las cosas por sus públicos manifiestos.
No les interesó en absoluto a los legisladores la aprobación del Presupuesto General de Gastos de la Nación (PGN) para este 2017. Con esa actitud mezquina jugaron con el desarrollo del país, aduciendo razones legales, pero con un cinismo a ultranza. A la vez, demostraron el claro desprecio por el futuro y el día a día de la gente de pueblo.
Con su accionar, estos parlamentarios dijeron “al diablo” con el bienestar ciudadano y las obras encaradas y ejecutadas por el gobierno del presidente de la República, Horacio Cartes. En forma malintencionada y caprichosa, los senadores intentaron trabar las buenas acciones del Poder Ejecutivo que busca sacar al país del atraso en diferentes ámbitos.
Está demostrado que la sed de poder del retoño del que fuera secretario privado de Alfredo Stroessner sangra constantemente por la herida, y su mentalidad de dictador enfermizo en este tiempo de la era democrática va de contramano al tiempo actual. En lugar de primar el sano y constructivo diálogo, más bien con una mentalidad verticalista desea hacer prevalecer sus reales intereses personales, en convertirse en candidato a la presidencia de la Nación por el Partido Colorado.
Es tiempo que prime la razón en pro de un objetivo general, el pueblo, por encima del capricho individual de unos cuantos senadores de la disidencia colorada, en complicidad con legisladores mal llamados de izquierda, parece no prosperar en sus intenciones.
El gobierno del presidente Cartes sustentado en cuantiosas obras de interés general y de gran envergadura, sin distinción de los niveles económicos, ni de otra laya, a favor de la sociedad nacional.
Esta premisa que caracteriza al gobierno actual, no puede ser frenada, mucho menos paralizada, por una veintena de senadores malhumorados, molestos por tantas obras de progreso con sentido social para la población.
