Efraín Alegre y Leo Rubín. Para el segundo, el PLRA era un golpista, ahora es su aliado.
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Se acusaban de golpistas y ahora están a los abrazos

ASUNCIÓN.- Las conversaciones entre el Frente Guasu y el PLRA demuestran el carácter volátil y el descaro de Fernando Lugo, que no tiene empacho en abrazarse con los liberales a los que, hasta hace poco, les identificaba como sus verdugos por haber impulsado su juicio político en el 2012. El liberal Efraín Alegre tampoco se queda atrás, puesto que hace menos de 5 meses no ahorraba epítetos para señalar al exobispo, quien entonces apoyaba la reelección vía enmienda.

Esa historia de que en política todo es posible y no hay posiciones eternas es puro cuento, utilizado por quienes ejercen esta actividad para conseguir beneficios propios y no buscando el bienestar general. A lo largo de nuestra historia tenemos políticos –no muchos pero muy buenos- que demostraron que ética y política no tienen por qué ser términos contrapuestos.

Claro que ahora se ha banalizado tanto la actividad política que todo está a la venta y no hay principio que baste a la hora de conseguir una buena tajada. Siempre hay un objetivo que justifica cualquier cambio de postura. Y esta vez, el objetivo es ganar al Partido Colorado en las elecciones de abril del año próximo.

Y eso es lo que ahora ha hecho que Lugo y FG cambien de postura puesto que hasta hace poco, el PLRA representaba todo lo más sucio y vil de la política nacional, puesto que culpaban directamente a sus dirigentes de ser los responsables del juicio político que sacó al exobispo de la Presidencia de la República.

Pero no hace falta ir tan lejos. Hasta mediados de mayo de este año, cuando el proyecto de enmienda constitucional quedó enterrado definitivamente, para el presidente del PLRA, Alegre, y sus seguidores, Lugo y sus correligionarios del llanismo eran la peor escoria política por pretender que la Constitución permitiera la reelección presidencial. Ninguno ahorró adjetivos para ofender a los proenmienda, a quienes responsabilizaban del quiebre institucional de la República y de la afrenta mortal al sistema republicano.

Cualquiera hubiera pensado entonces que las diferencias entre Lugo y Alegre o entre FG y el PLRA eran irreconciliables. Pero he aquí que el oficialismo liberal parece tener mayor facilidad de reconciliarse con los extraños que con sus propios correligionarios, porque lo que ya perdonó al luguismo sigue sin poder aceptar en el llanismo.

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