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Seamos serios

Hace unos días nomás festejábamos el día del periodista en Paraguay. No faltaron los grandes discursos y pomposos mensajes, de quienes, a lo largo de estos 28 años de democracia, se convencieron de que eran los voceros de una profesión noble y con profunda incidencia en los procesos políticos en todo el mundo.

Si en algún otro momento pudieron habernos convencido de su sinceridad, hoy los vemos como lo que realmente siempre fueron, manipuladores, egoístas y mezquinos. En estos meses de nervios, mentiras y crispaciones, hemos aprendido que estos medios hegemónicos ni siquiera tienen una mínima idea de lo que significa hacer un periodismo serio, honesto y al servicio de la gente.

Han mentido descaradamente, a grandes titulares, sin tener la menor vergüenza ni propósito de enmienda cuando esas sus falacias quedaban al descubierto. Prometieron un golpe de Estado, ríos de sangre, el regreso a la dictadura, entre otras barbaridades que solamente estaban en su imaginación. Consiguieron así soliviantar los ánimos y hacer víctimas de sus intereses a un sector de la ciudadanía que, por un lado dice estar harto de la manipulación de la clase política, y por el otro, se muestra absolutamente funcional a empresarios periodísticos inescrupulosos, que han convertido a la noticia en un buen negocio.

En coincidencia con el día del periodista, la semana que termina tiene también en su haber el rechazo al proyecto de enmienda, la excusa que utilizaron políticos de baja ralea, en complicidad con estos medios, para manosear de tal manera los intereses y anhelos de la gente, que en este momento queda un sabor amargo en todos, con esa sensación de que, otra vez, hemos sido víctimas de los mercaderes de sueños, esos que desde hace siglos se enriquecen a costa nuestra y que cambian de rostro pero no de mañas.

La enmienda murió de la única forma como debía morir, rechazada por la cámara que debía tratarla. No salieron tanques a las calles ni hubo represión a mansalva. No ocurrió nada extraño durante el proceso de su tratamiento, a pesar de las permanentes alertas que lanzaban los medios de comunicación, que así pretendían seguir manteniendo la tensión en un pueblo que ya ha vivido tensionado durante demasiado tiempo.

Cuando los hechos los desmintieron y el proyecto fue a parar al archivo, en lugar de reconocer su error o mentira, lo que hicieron fue presumir de que, gracias a la presión ejercida en la gente, las 7 plagas de Egipto no se habían apoderado del país. Y, por supuesto, esa presión provenía de ellos, de los medios “independientes”, los que representan al periodismo paraguayo ante organismos internacionales y se muestran como los superhéroes de la palabra.

Seamos serios señores. Sus ambiciones personales no pueden seguir marcando el camino de una profesión tan noble y que ha dado verdaderos mártires como Santiago Leguizamón, quien, luego de cumplirse 26 años de su asesinato, debe revolcarse en su tumba al constatar que “la muerte ética” a la que tanto temía ya no asusta a nadie.

Este país no puede seguir siendo manipulado por una prensa ambiciosa y egoísta, que utiliza a la peor clase política para salirse con la suya. Es tiempo de bajar la pelota, analizar los hechos y replantearse el camino. Hay que hacerlo por Santiago, por Pablo Medina y varios otros periodistas, y por Rodrigo Quintana, esa víctima inesperada y dolorosa que cayó un día que debía haber sido como cualquier otro día.

Empecemos a hacer bien las cosas, dejemos de utilizar los sueños de la gente y lucrar con sus esperanzas, antes de que las consecuencias de nuestros errores se nos vengan encima como un alud incontrolable y mortal.

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