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CARACAS.- Nicolás Maduro se aferra al poder y está decidido a seguir sin importar los mecanismos que adopte para ello. Es conocida la grave crisis política y económica que atraviesa el país, sin embargo, no se avistan señales de que en la brevedad exista voluntad de cambio por parte del actual mandatario, y la clara señal de esto lo dio al restarle importancia a las consecuencias de la suspensión de la OEA.
En dos órdenes se puede desarrollar las consecuencias de esta determinación para Venezuela, por un lado la forma simbólica y por otro, la concreta. Como dijo en declaraciones el analista internacionalista Miguel Ángel Rodríguez, “Venezuela se convertiría en un estado paria, un estado aislado”. Esto se entiende considerando que en plena globalización y lucha por la mayor democratización posible de los países, un gobierno adopte como rumbo un sistema que fracasó y que sigue fracasando a los largo de la historia.
Esta medida adoptada es una muestra fehaciente de lo aislado que se encuentra el régimen de Maduro de la tan anhelada “integración regional”. Si bien el chavismo pretende usar a la Unión de Naciones Sudamericanas (Unasur) y a la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac) para resolver sus problemas, la OEA es el foro diplomático más antiguo e importante de la región. La decisión de Venezuela, única en la historia, deja al país tan aislado como Cuba, expulsada en 1962 de la organización.
Y por último, las consecuencias concretas. Según el artículo 143 de la carta de la OEA, para retirarse del ente un Estado, debe notificar por escrito al secretario general (en este caso Luis Almagro). Recién dos años después, el país podrá salir si ha pagado sus deudas con la organización. En el caso de Venezuela, de acuerdo con la agencia EFE, esta es de 8 millones de dólares.
