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¿Siempre nos gana la corrupción?

Mucha gente se entusiasmó cuando surgió el escándalo de los audios del Jurado de Enjuiciamiento de Magistrados, que, aparentemente, demostraban un intenso tráfico de influencias entre políticos, jueces y fiscales, que fuera producto de un fonopinchazo. Parecía entonces que, por fin, esos muros de podredumbre que rodean la casa de Astrea iban a caer y conseguirían eliminar una de las grandes desgracias del pueblo paraguayo, la corrupción, cada vez más endémica y profunda.

Pronto se notó que la cosa no tenía nada que ver con la decisión de luchar contra la podredumbre desnudando los negociados que sucedían en el JEM, sino utilizar esas grabaciones como un simple recurso electoral para atacar a los enemigos y proteger a los amigos. Por eso es que el bombardeo de audios inicial solamente sindicaba al entorno más cercano al presidente Horacio Cartes, y, ni bien empezaron a surgir otros personajes involucrados, más cercanos al dueño de los medios que se habían encargado de montar el show, la cosa empezó a perder fuerza, hasta llegar a parar totalmente.

Pero esto no es exclusiva responsabilidad de Zuccolillo y su equipo de ABC y Cardinal. Si bien quedaron en evidencia porque ellos mismos habían dicho que tenían más de 800 grabaciones, que luego se negaron a dar a conocer, también es culpa de la Fiscalía, que imputó a 5 personas y parece que con eso ya dio por terminada la cuestión.

Por reciente y tan sonado mencionamos este caso de los fonopinchazos del JEM para solventar nuestro convencimiento de que en este país la corrupción siempre se apunta la victoria final. Es como si viviéramos al filo de la navaja, siempre sentados sobre una olla a presión, a punto de estallar, pero que se apaga de golpe y sin mucha explicación, y, sobre todo, sin ninguna consecuencia.

Por eso es que, cuando el presidenciable colorado Mario Abdo Benítez dice que la constituyente es impostergable porque ya no se puede seguir con esta Justicia, maleable, perversa y siempre ofrecida al mejor postor, hay una mayoría de ciudadanos que aplaude y abre sus espíritus a la esperanza de que, por fin, las cosas pudieran empezar a cambiar para mejor.

Es que nadie duda de que la base fundamental para eliminar la corrupción y, sobre todo, la impunidad, es la renovación judicial, pero no esa que involucra solo un simple cambio de nombres, sino la otra, la que modifica hasta la forma de elección de los magistrados y saca el poder a la clase política para que los mismos dejen de estar sujetos a su manipulación.

Así que dejemos de engañarnos y permitir que nos vendan humo. Ni Zuccolillo, ni los opositores ni algún que otro fiscal hará nada para eliminar la corrupción, ya que casi todos ellos están involucrados en su esquema de alguna manera. Por poner un ejemplo, ¿de qué lucha contra la corrupción puede hablar Desirée Masi, mientras su marido, Rafael Filizzola, chicanea los procesos que tiene pendientes en la Justicia y chantajea con el juicio político a los ministros de la Corte?

Derrotar a la corrupción y a la impunidad solamente será posible cuando la nueva Constitución establezca un sistema de elección de magistrados en base a los méritos académicos y personales, y no a su afiliación partidaria. Allí empezaremos a hablar en serio.

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