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Son un lastre

Corrían los años posteriores, cercanos aún a la larga noche de la dictadura y era menester actualizar la Constitución Nacional. Regía aun la del año 1967 sancionada bajo la égida stronista, apañando sus perversos juegos de poder, entre ellos las leyes liberticidas que cercenaban gravemente la libertad de las  personas.

Había que cambiarla. Mejorarla, sobre todo en materia de protección a  los derechos humanos tan conculcados bajo aquel oprobioso régimen, que –hay que decirlo- pese al tiempo transcurrido aún  no termina de irse, a la vista del resurgimiento de los supuestos colorados, stronistas Añeteté, de nuevo cuño, que pretenden reinstalar las perversas prácticas de aquella época, capitaneados por el vástago de Don Mario,  “el secre del Gran Jefe”, el mismo que sirviera para las chanzas populares dada su escasa capacidad de entendederas.

Es lo que se hizo en el año 1992. Los constituyentes trabajaron arduamente y dotaron  al país de una nueva Carta Magna que cumplió perfectamente uno de los requisitos que reclamaba a voz en cuello entonces la ciudadanía libre. La protección contra todas las formas de dictadura. El recuerdo del tiranosaurio estaba demasiado fresco.

La nueva ley fundamental sirvió para todo el proceso de consolidación de la democracia. Difícil y que dura hasta el presente.

Las instituciones del país mejoraron, la mayoría de ellas, hay que decirlo, pero existe una instancia demasiado importante que se quedó en el tiempo y exhibe siempre los mismos vicios que entonces: El Parlamento…los parlamentarios.
Las cámaras de senadores y diputados están plagadas, no son todos, por supuesto, de gente sin  catadura moral, sin preparación, sin  ética ni moral, para ejercer tan digno cargo. Desde el modo que se ganan las curules, todo está mal planteado. Algunos de ellos incluso están sindicados por la Justicia como cuasi delincuentes, se eternizan en los cargos, como si fueran vulgares funcionarios públicos.

El servicio que brindan a la Patria esta bastardeado. Deja mucho que desear.

Esta situación está haciendo que la Carta Magna no tenga la eficiencia necesaria para precautelar los intereses superiores de la Nación.

Demasiados asuntos se tienen que someter a consideración de esa Babel, donde todo el mundo juega su partido, menos el de la República.

Por ello, entre los asuntos pendientes para enmendar o reformar (vaya uno a saber ahora) la Constitución Nacional, se tiene que considerar la necesidad de volver las cosas a la normalidad, que cada poder tenga sus atribuciones, que no haya súper poderes, como en este caso el Parlamento, que además, está trabando todo lo bueno que intenta hacer el gobierno. Es una vergüenza absoluta el modo en que el grupo que maneja el Senado atenta contra los intereses del país, en este mismo momento.

Va a ser difícil. Estos señores manejan los hilos del asunto. Son los protagonistas de estos eventos. Una pena. Habrá que recorrer un largo camino nuevamente para reponer la ejecutividad, el equilibrio de poderes en la ley fundamental de la República. País signado por la desgracia, sin duda alguna.

Pero habrá que hacerlo.  Los parlamentarios están haciendo todo lo posible para que el pueblo los repudie cada vez más, atorando nada menos que el desarrollo del país haciendo lugar a sus intereses bastardos.

Menosprecian a todos. Defraudaron  nuestra confianza. Son un  lastre. No son dignos del papel preponderante que les otorga la actual Constitución Nacional.

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