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De Speedy González a Manuelita

La velocidad que tuvieron los senadores para echar de la cámara a Óscar González Daher, y obligar a renunciar a Jorge Oviedo Matto, no tiene nada que ver con la parsimonia y la excesiva lentitud que tienen ahora, cuando deben analizar la situación –igualita que la de los dos mencionados- de Adolfo Ferreiro y Enrique Bacchetta.

Este cambio radical de actitud tiene una sola explicación; los dos primeros eran chanchos del chiquero rival, y los dos últimos son amigos a los que hay que proteger. Es decir, pertenecen al mismo chiquero que los disidentes y opositores de la Cámara Alta.

Es importante aclarar algo. ADN insiste en que los audios que, presuntamente, demuestran tráfico de influencias entre la clase política, fiscales y jueces, son ilegales y que no pueden ser utilizados por el Ministerio Público más que como indicios, pero no pueden esgrimirse para imputar a nadie a pesar de lo cual en este momento hay cinco imputados, solamente en base a las grabaciones.

Por supuesto, mucho menos se podían utilizar esos audios para echar del Senado a dos legisladores, sin darles derecho a la defensa ni, como en el caso de González Daher, siquiera permitirle renunciar. Así que, si destacamos la diferencia de proceder de los senadores entre unos y otros, es porque con ello nos demuestran que su actuación no tiene nada que ver con una firme decisión de luchar contra la corrupción, sino, simple y llanamente, están motivados por un vergonzoso oportunismo político y electoral, con el afán de perseguir a representantes de la vereda del frente.

Fue lamentable la actuación de los senadores –y hasta de la Fiscalía, podríamos decir- con los dos ahora exlegisladores. Se basaron en conversaciones que, se presume, fueron realizadas por ellos, pero jamás se hicieron pruebas para confirmarlo. De hecho, se podría decir que estas grabaciones no son más que rumores, y eso les bastó para echar a ambos del Congreso.

Si hubieran aprendido de su error y tuvieran propósito de enmienda, entonces se podría entender la lentitud que imprimen al tratamiento de la situación de Ferreiro y Bacchetta. Finalmente, cualquiera tiene una segunda oportunidad para enmendar sus acciones. Pero no es así. Ellos no están investigando las grabaciones que, aparentemente, involucran a sus amigos en un posible tráfico de influencias. No pidieron hacer un examen de las voces para detectar, sin un dejo de duda, que son ellos los que hablan. Tampoco están pensando en organizar un proceso bien pensado, que, necesariamente, debe empezar por la reglamentación del artículo 201 de la Constitución, que se refiere a la pérdida de investidura.

Nada que ver. Lo que ellos están esperando es que el ruido pase, que aparezcan nuevos audios que vuelvan a involucrar a “los otros”, para lo que volverán a hacer chúmbale a través de las redes sociales a fin de que la ciudadanía exija rápidas acciones a la Fiscalía, y así, los chanchos de su chiquero puedan ser salvados de la sed de sangre que tienen quienes creen que de esta manera se está luchando contra la corrupción y la impunidad.

Eso es lo que cuestionamos. Ese convencimiento de que este grupete de senadores, que ya tanto daño hizo a todo el proceso iniciado en el 2013, persista en su error y sus abusos.

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