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Stronistas insisten en recuperar el poder

Los paraguayos –por lo menos la gran mayoría que apuesta a la democracia- deberíamos tener en cuenta las señales de hechos que ocurren y que nos dan una pauta de las amenazas que sigue sufriendo este proceso que ya nos ha costado más de 28 años de lucha y sacrificio.

Este año, la tan mentada “fecha feliz” con la que los retardatarios festejaban y siguen festejando el cumpleaños del fallecido dictador tuvo un condimento especial, la sensación de esperanza de que podrán recuperar el poder de la mano de su representante, Mario Abdo Benítez.

No es la primera vez que lo intentan. En el período anterior, fue el mismo nieto del dictador, quien adoptó su nombre (Alfredo Stroessner) en una vana pretensión de reeditar su imagen, el que llegó al Senado. Pero no estuvo a la altura de las circunstancias ya que, según algunos analistas, “era demasiado bueno” para convencer a nadie de que con él, los brujos podrían volver al poder.

El segundo intento les salió mejor. Aunque no estaba en la delirante línea de sucesión del dictador, resultó mucho mejor heredero suyo el hijo de su secretario privado que su propia sangre. Porque a Marito nunca le bastó ser solamente senador de la República. Desde que asumió, de la mano de Horacio Cartes, mostró su desmedida ambición e hizo todo lo posible por convertirse en el delfín del jefe de Estado, en el convencimiento de que así podría convertirse en su sucesor.

Pero Cartes no se dejó engañar por los halagos ni el servilismo de este personaje que, aunque lo intenta, no puede disimular sus orígenes. Así que ni siquiera lo convirtió en su caballo en las internas en las que se eligió al presidente de la ANR, el primer paso que pretendió Marito para luego convertirse en presidente de la República.

Esa jugada no le salió bien pero sirvió para que se declarara el enemigo público número 1 del presidente de la República, el mismo de cuyo saco se colgó para llegar al Congreso. No solamente no consiguió la bendición oficial, sino que perdió por una gran diferencia las internas del 2015. Eso le debió haber bastado para entender que ni siquiera en el Partido Colorado, que fue el sustento político de la dictadura, los retardatarios ya gozan de mayoría.

Pero no lo aprendió. Y decidió apostar al premio mayor, la Presidencia de la República, aún sin el apoyo de Cartes. Es más, es tanta su obcecación que decidió basar su campaña en el ataque permanente al jefe de Estado, algo que ya no le funcionó hace 2 años, pero que vuelve a utilizar en un intento desesperado por llegar al poder.

El stronismo sabe que si este intento de volver no triunfa en las internas de diciembre, tendrá que agachar la cabeza y mimetizarse de nuevo por muchos años más ya que una de sus últimas posibilidades desaparecerá con la derrota de Marito. Esto y su desmedida ambición son las causas que lo hacen sentir tan desesperado ahora, al darse cuenta de que el electorado colorado sigue siendo el mismo que el del 2015, un electorado pensante y harto de la prepotencia y de los abusos.

Porque los colorados ya no se dejan engañar por discursos retorcidos y mentirosos. A fuerza de golpes y decepciones aprendieron que para juzgar a un candidato, hay que tener en cuenta de dónde procede, porque, finalmente, siempre resulta fiel a sus orígenes. Y Marito proviene del stronismo, la antítesis de la democracia y la libertad.

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