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Sumisos ejecutores de políticas delirantes

Es difícil saber si los disparates que sostienen obedecen a los tiempos electorales que vivimos o son “nomás luego” disparateros por naturaleza, pero muchos políticos, pertenecientes a distintas carpas partidarias, se arrogan facultades que no tienen y anuncian que no permitirán que jure “fulano” o que le echarán de inmediato ni bien asuma “mengano”.  Si fuera lo primero, simples exabruptos de campaña, nos tendría sin cuidado. Ya nos tienen acostumbrados a una altísima dosis de charlatanería, según la “moda” establecida por algunos medios de prensa. Pero si tomamos en cuenta los antecedentes, veremos que son capaces de eso y de cualquier otra cosa, independientemente de que con sus actuaciones contrarias al ordenamiento jurídico le ocasiones graves daños a institucionalidad de la república y a la calidad de nuestra democracia.

Esta historia comenzó con una serie de publicaciones de ABC color, en las que se sostiene que Horacio Cartes no puede ser senador activo porque, según “su” sala constitucional, desde luego presidida por Aldo Zuccolillo (88), solo puede ser senador vitalicio y nada más que eso. Acto seguido, políticos de la oposición salieron a las corridas en busca de ser los primeros en ejecutar la orden. Lo hizo Efraín Alegre, quien presuroso presentó un pedido de impugnación de la candidatura de HC, luego procedieron del mismo modo el partido de Desirée Masi y el Frente Guasu, ¡vaya caradurez!, pues postula por segunda vez  para el Senado al expresidente Fernando Lugo, quien va por el quinto año de senador activo y es nada menos que titular del Congreso, sumándose a la misma comparsa el casi extinto Partido Patria Querida, que reaparece en cada elección y desaparece inmediatamente después de realizadas las votaciones.

Hasta ahí no hay nada ilícito. Es un recurso contemplado en la ley electoral. Pero como la directriz era clara y no daba la opción a que el tema fuera resuelto en los marcos de las instituciones creadas para el efecto, dieron otro paso y “advirtieron” que si el Tribunal Superior de Justicia Electoral  o la misma Corte Suprema rechazara la petición, entonces ellos impedirían que Cartes tomara posesión del cargo, como lo hicieron con Nicanor Duarte Frutos tras los comicios del 2008, a pesar de ser el candidato más votado para la Cámara Alta.

“Cerrado” el tema de HC, el mencionado diario pasó a una segunda cuestión, muy de “moda” por cierto, que tiene como protagonista a Oscar González Daher, inmerso en el escándalo desatado en el Jurado de Enjuiciamiento de Magistrados. Su campaña ahora apunta a ocasionarle el mayor desgaste político que sea posible a la lista de candidatos a senadores de la ANR, por la presencia en ella del cuestionado político, a quien por iniciativa de ABC ya le habían expulsado del Senado a la velocidad de la luz. Y algunos políticos de la ANR, como Hugo Velázquez (Añeteté) y Sergio Godoy (Honor Colorado), seguramente por temor a perder votos, anunciaron que “ni bien jure (OGD) se lo debe echar nuevamente”; postura a la que se sumaron candidatos de otras formaciones políticas, como los que encabezan las listas de senadores del PLRA, Blas Lanzoni, y del Encuentro Nacional, Hugo Rubín, quienes buscan hacer buena letra con “Don Acero” y captar nuevos simpatizantes.

¿Quiénes creen que son Efraín, Desirée o los luguistas para “impedir” que jure HC; o Velázquez, Godoy, Lanzoni y Rubín para “echar” a un senador electo? Independientemente de lo que ellos piensen, la respuesta es una sola: NADIE.

La nominación de Cartes, a lo sumo, puede ser apelada en los órganos competentes, como ya lo hicieron. Más nada. Y si éstos dicen que corre, corre. Punto. En cuanto a González Daher, si este carece de dignidad y de “amor a la camiseta” como para dar un paso al costado, su eventual inhabilitación solo puede sobrevenir como producto de un fallo judicial en su contra, no del que dicten un diario y algunos políticos.

Para que nuestra democracia se fortalezca y proyecte a futuro, hay que poner término al festival de atropellos al Estado de Derecho, a los abusos, a que cada quien, porque tiene una pizca de poder, o mucho, haga lo que se le antoja, llevándose todo por delante como si nada. Y esto depende en gran medida de que los políticos que ocupan y van a ocupar cargos electivos, al fin dejen de ser sumisos ejecutores de políticas delirantes, como las promovidas por el senil propietario de un medio, por más poderío que este aún conserve.

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