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Todos los derechos, ninguna obligación

Toda relación, de la naturaleza que fuere, implica derechos y obligaciones. Los hay en la familia, entre esposa y esposo, padres e hijos. Lo mismo sucede en ámbitos del trabajo, en los gremios empresarios, sindicales, campesinos y estudiantiles; al igual que en las Iglesias de todas la creencias. Ni qué hablar en el plano de la sociedad tomada en su conjunto, que funciona en base a un gran contrato llamado Constitución; o de los pactos con otros países, por medio de Tratados internacionales. Y esto desde luego incluye a los partidos políticos que, como varios de los estamentos antes mencionados, se rigen por sus estatutos. Sin embargo, existen quienes se afilian a ellos, exigen a voz en cuello todos los derechos, pero nada quieren saber de los deberes. Es el caso de los que tienen poco o nada de colorados y sí mucho de avidados… ¡Añeteté!

Para que se entienda cuán “pillos” pueden ser en esta materia, los dirigentes del movimiento liderado por el senador Mario Abdo Benítez incluso fueron más lejos y llegaron a reclamar derechos inexistentes, como una mayor cantidad de miembros en la Comisión Ejecutiva de la ANR, por encima de lo que les permitía la cantidad de votos que obtuvieron en las últimas internas.

Sin embargo, cuando la máxima autoridad de dicho partido, es decir la Convención, les “recordó” sus obligaciones el pasado 29 de octubre, como por ejemplo, votar a favor de los proyectos que considera relevantes, entre ellos la reelección, calificaron el hecho como una “brutal persecución política” que supuestamente atenta contra la Constitución y las leyes.

Ahora  hacen exactamente lo mismo, o sea contrariar la línea partidaria, al posicionarse públicamente contra la acción judicial promovida por la Junta de Gobierno contra el Frente Guasu, por realizar propaganda política engañosa, para que la Corte Suprema de Justicia se pronuncie al respecto y ponga punto final a las absurdas pretensiones reeleccionistas de Fernando Lugo. Y lo peor del caso es que de esa forma se ponen de manera explícita del lado de quienes por todos los medios pretenden desestabilizar al gobierno colorado.

Según Abdo Benítez, “no existe la figura de la certeza constitucional, no es una herramienta jurídica válida en el Paraguay (y) por más que se haya utilizado en otro momento, no genera jurisprudencia la mala utilización de una herramienta”.

Si su opinión fuera sincera, hasta si se quiere correcta, lo que un “hombre de partido” hace es plantear el tema donde corresponde, en este caso  en el seno de la Junta de Gobierno, en lugar de salir a buscar cámaras y  micrófonos para intentar impedir que el máximo tribunal de la República, eventualmente, falle en contra de las pretensiones de su aliado estratégico, el exobispo.

Pero volvamos a los derechos y las obligaciones. Se imagina el lector ¿Qué pasaría si en un matrimonio constituido sobre la base de la monogamia, al cabo de un tiempo, el marido decide traer a la casa a otras dos o tres “nuevas esposas”?. Lo más leve sería un escándalo seguido de divorcio. ¿Y si un trabajador decide unilateralmente reducir su jornada laboral a dos horas diarias, con el mismo sueldo que percibía por la jornada de 8? ¿O si  el patrón resuelve pagar al empleado la mitad del sueldo pautado o hacerlo en especies o pagarle cada tres meses de por medio?  Inconcebible, ¿No es cierto?

Pues bien, “Marito” y compañía actúan hacia su partido del mismo modo que el esposo convertido en polígamo, el trabajador que no quiere trabajar, pero sí cobrar y el empleador que quiere que trabaje sin paga.

Al igual que ellos, los “Avivados Añeteté” han roto el contrato que antes suscribieron, al desconocer los estatutos de la ANR. Y aunque resulte descabellado, siguen exigiendo cínicamente “sus derechos”, mientras todos los días incumplen con sus obligaciones.

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