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“U.P.D. (Último primer día)”

Por: Lic. Juan Ramón González Pereira (*) juanragonzapere@gmail.com.
Por: Lic. Juan Ramón González Pereira (*) [email protected].

Nuestros queridos jóvenes, alumnos/as de nuestras instituciones educativas, cada vez se manifiestan más como fieles consumidores de todo aquello que les ofrece un mundo, cuyo fin gira mucho en torno a la generación de riquezas.

Celebrar la vida es maravilloso y estoy convencido de que es algo a lo que no debemos renunciar. Motivar el júbilo y la alegría por comenzar el último año de escolaridad en el colegio, denominado hoy por los jóvenes “UPD”, bien podría hacernos pensar a padres y docentes; a la sociedad toda, que éste puede ser un año didáctico fabuloso por la manera entusiasta con la que comienzan dicho periodo lectivo.

Sin ninguna intención negativa al encarar este tema, considero esta innovación de nuestros jóvenes estudiantes con un sentimiento paradójico, por un lado la imagen dichosa de la alegría juvenil y en esa misma alegría una sensación de mentira consigo mismo.

La forma rápida en que se consiguen recursos para destinar a actividades como éstas, no condicen con la inversión que hacemos para llevar adelante el proceso de aprendizaje. En la actividad denominada “UPD” (último primer día) los alumnos y por ende sus padres invierten un gran bien económico en la realización, remeras, alquiler de clubes o locales sociales, bombas, bebidas, comidas, transportes y hasta ómnibus para transportar a los alumnos de la promoción y las largas caravanas.

Cuando esta misma inversión se pide a los alumnos o padres para construir el aprendizaje de sus hijos, no siempre tienen una buena resonancia.

Por todo ello me pregunto, ¿Es necesaria esta actividad? No creo tener la respuesta a esta interrogante, pero tengo dudas por lo que veo en la sociedad que tenga una continuidad sana.

Con sólo mirar hoy nuestras despedidas en los colegios o los ingresos en las facultades, podemos ver actos que creo no condicen con el crecimiento integral de una persona. Embarrarse, cortar en forma desmedido el cabello de alguien, ingerir cualquier cosa que muchas veces hasta pusieron en peligro la vida de uno.

Las personas adultas, padres, profesores, autoridades e instituciones, debemos aunar esfuerzos y sugerir cosas y espacios más sanos a nuestros jóvenes. No podemos mirar indiferentes y mucho menos ser cómplices de hechos que no construyen y los motiva a desviarse de lo esencial en la vida; la formación, el conocimiento, la razón y la fe.

Paraguay nos necesita, y más aún a sus jóvenes, que puedan reflejarse en otros que apuestan a un país diferente y que nos han demostrado en muchas ocasiones que ya no debemos esperar el futuro, sino que sean una bella realidad del presente.

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