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Una crispación innecesaria

No es novedad que las fiestas de fin de año sean cada vez más consumistas, a pesar de lo cual en muchas de las familias paraguayas todavía se lucha por mantener ese espíritu navideño que nos hace pensar que el año que viene será mucho mejor y con muchas más realizaciones que el que se va.


Es el tiempo en el que más que nunca sentimos que necesitamos un poco de paz, aunque los apuros de las compras y el tráfico insoportable parecen hacernos la tarea mucho más dura. A pesar de eso casi todos nos sentimos festivos, con esperanzas y una mirada positiva hacia el futuro.

Por eso resulta tan desagradable esta campaña iniciada por un sector político que pretende cercenar a su rival la posibilidad de competir en igualdad de condiciones, que busca enrarecer el ambiente, con amenazas de desestabilización y violencia disfrazada, al solo efecto de generar temor en la ciudadanía ante un hecho que debiera ser natural.

Es inadmisible que en este tiempo, haya paraguayos que aún piensen que las diferencias políticas deben dirimirse con violencia y no con diálogo y negociación. La Constitución Nacional tiene reaseguros y, aunque con frecuencia, estos no hayan sido respetados, a la larga las cuestiones ilegales caen por su propio peso.

No hay nada raro en que un presidente quiera postularse a un segundo mandato. Es una posibilidad que se tiene en todos los países avanzados, no solo los de la región. No es ni siquiera una amenaza de que lo que pretende es perpetuarse en el poder, convertirse en un nuevo dictador ni ninguno de los desastres que quienes están en contra –porque no conviene a sus intereses- anuncian a los cuatro vientos.

Si la ciudadanía permite que la Constitución contemple la reelección presidencial y Cartes decidiera postularse, no llegará el fin del mundo. Él será un precandidato más colorado, que deberá ganar las internas para competir en las generales del 2018. Si sus contrincantes están tan seguros de tener apoyo popular, no debería ser una tragedia tener que competir con el jefe de Estado. Es lo que pasa en cualquier sociedad civilizada, en donde los presidentes tienen oportunidad de postularse a un segundo mandato y el pueblo los vota o no, de acuerdo al nivel del gobierno que realizaron en el primer período.

El voto de la gente es un fantástico invento que permite que nadie pueda encadenarse en el cargo de manera permanente. Y es esa gente la que decidirá, primero si permite la reelección, y después si desea que Cartes vuelva a ser presidente. Es así de simple, por más retorcidos que pudieran ser quienes intentan frenar esta carrera a como dé lugar.

Es una lástima que esta situación haya generado una crispación absolutamente innecesaria en un tiempo que está llamado a la alegría y la esperanza. Pero parece que esta es la única forma que tienen algunos sectores políticos de actuar para resolver sus problemas, despertando el temor y alentando el “chaque” ciudadano. Es la gente a la que la sola idea de construir un proceso común le saca de sus casillas. Para esta gente también van nuestros buenos deseos.

¡Felices fiestas, amigos lectores!

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