A lo largo de los años transcurridos después del golpe de Estado, y con la apertura política consolidada en las últimas décadas, nos hemos acostumbrado a ver que en las elecciones nacionales y municipales se presentan candidatos de partidos o movimientos pequeños que no tienen ninguna posibilidad de ganar, pero compiten de manera casi testimonial a fin de ir ganando espacio dentro de la política, tradicionalmente reservada solo a los grandes.
Así que las candidaturas testimoniales se convirtieron en algo común en las contiendas electorales paraguayas, y todos hemos terminado por aceptarlas y entender su objetivo.
Pero un partido político que tiene más de 100 años de fundación, que es considerado el segundo más grande del país y que en las últimas elecciones generales obtuvo 900 mil votos, solamente puede competir para ganar. No puede pegarse el lujo de apoyar a alguien que no tiene ninguna chance; no puede, definitivamente no puede tener una candidatura testimonial.
El PLRA tiene que competir para ganar, no para decir “aquí estoy”, porque ya sabemos que allí está; ahora es tiempo de que haga algo con el lugar que ocupa. Por eso es que resulta inadmisible que un hombre como Miguel Abdón Saguier, político de larga trayectoria y senador desde hace varios años, exija reciprocidad en los demás sectores de la oposición y plantea la candidatura de Efraín Alegre a la Presidencia de la República.
Alegre perdió en el 2013 y volverá a perder en el 2018, y no por tener mala suerte, sino por su absoluta incapacidad de actuar como un líder político aglutinante. Nadie cree en lo que Efraín pueda decir o prometer, porque ha demostrado con creces que es alguien incapaz de administrar conflictos; al contrario, en lo que realmente es bueno es en crearlos.
Así que cuando Saguier plantea reciprocidad en torno a la figura del presidente del PLRA, nadie puede tomarle en serio, porque no hay forma de que pudiera haber alguna alianza electoral en torno a una figura carente de todo liderazgo y con el fracaso grabado en la frente.
Saguier y los otros importantes referentes que tiene el Partido Liberal, centenario y multitudinario, deben empezar a abrir los ojos y a pisar tierra. Su candidato no tiene ninguna posibilidad de ganar a la ANR en el 2018. Ni siquiera si se produjera algún milagro y logra el apoyo de otros sectores de la oposición.
Alegre nació para perder. Es su destino, y la oposición debe liberarse de él cuanto antes para no seguir por el mismo derrotero.