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Vencedores… vencidos

Los dirigentes de la Coordinadora Nacional Intersectorial, compuesta por grupos campesinos y cooperativistas, se presentaron ayer como los grandes triunfadores y hasta casi redentores de la Patria. Calificaron el acuerdo suscrito con el Ejecutivo como un “rotundo éxito” que ofrendaban a sus seguidores, cuando en la práctica arriaron las banderas de condonación de la deuda de los labriegos y supresión del IVA para las cooperativas. A cambio, aceptaron la oferta que el gobierno les había hecho ya al inicio de este innecesario conflicto, que lo prolongaron por espacio de 23 días para desgracia de los labriegos que habían creído sus mentiras, quienes hubieran accedido a todos los beneficios de los que serán objeto sin tener que pasar por tantos padecimientos.

Atrás quedaron los discursos incendiarios de los Elvio Benítez, Luis Aguayo y compañía, a quienes “se les perdió la pelota de entrada”. Pensaron que la única respuesta sería el silencio o, peor aún, la represión por parte de las fuerzas policiales. Pero no pasó ni lo uno, ni lo otro. Lo que sucedió fue que el Ejecutivo les respondió con un paquete de proyectos altamente beneficioso para decenas de miles de familias campesinas. Y entonces comenzaron a girar en círculo, casi extraviados, sin discurso, hasta que no tuvieron más remedio que aceptar lo que para todos era más que razonable.

Claro, entre medio operaron otros actores que buscaron afanosamente sacar el mayor rédito político, desde el Frente Guasu, con Fernando Lugo a la cabeza, hasta el presidente del Congreso, Mario Abdo Benítez y el expresidente de la república, Nicanor Duarte Frutos, sin olvidar al vicepresidente Juan Afara, quien un buen día creyó ser el dueño de la lapicera y quiso tomar las riendas de las negociaciones.

Sin embargo, todos ellos fracasaron. El “gobierno autista” resultó que tenía las orejas bien paradas y sus “gerentes inútiles” demostraron ser hábiles en la mesa de negociaciones. Así las cosas, ni Lugo, ni “Marito”, ni “Afara” pudieron ser los artífices de las soluciones, sino el propio Horacio Cartes, quien llegado el momento refrendó los acuerdos y salió fortalecido de estas refriegas.

La actitud de Nicanor fue sencillamente delirante y solo merece unas pocas líneas. El pasado domingo amaneció como aquel que usaba boina y pronunciaba discursos al estilo de Hugo Chávez, hablando del partido agrarista y atacando al gobierno con la intención de granjearse la simpatía de los campesinos -los mismos que antes le gritaban “ijapu”- cuando el conflicto ya estaba resuelto.

La lección es clara. La política de la confrontación por la confrontación misma ya no corre. Es hora de darle el lugar que se merece al debate político, en torno a ideas y proyectos concretos, en los marcos de la convivencia democrática. Y quienes así no lo entiendan, simplemente irán debilitándose cada vez más, hasta retirarse por completo del escenario, como los que ahora se consideran vencedores, pero en realidad fueron vencidos.

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