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Zuccolillo y la Semana Santa

El hombre no para ni por respeto a los días Santos, oportunidad en la que incluso los fundamentalislas más sanguinarios del planeta acostumbran a enfundar momentáneamente sus hachas de guerra. Pero él no repara en estos “detalles”. Probablemente haría lo mismo si estuviera en Israel durante las celebraciones del “Yom Kippur”, el día más solemne del calendario judío, o en las naciones islámicas en ocasión del “Ramadán”, aunque en estos casos seguramente pagaría un costo elevado. Ahora, cuando los cristianos se llaman a la reflexión para conmemorar la pasión, muerte y resurrección de Jésus, desempolvó una vieja categoría que se utilizó durante la época más infausta de la historia latinoamericana y la aplicó nada menos que para definir al actual régimen político de nuestro país, en el que se habría implantado el “Terrorismo de Estado”, según el editorial que publicó en la víspera. La afirmación de “Acero”, como lo llaman sus amigos, o “Dire”, sus empleados, hasta podría despertar ciertos sentimientos de simpatía, alguna dosis de admiración y otra de comprensión, al ser atribuibles a lo que marca de manera inequívoca su reloj biológico. Pero tales emociones desaparecen de un plumazo cuando observamos que forma parte de una prédica sistemática al servicio del odio y de la violencia, de terribles consecuencias para la República.

En una de sus partes, el referido editorial trae a colación la presencia en Paraguay de periodistas extranjeros que vinieron a cubrir la asamblea del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), quienes, según sostiene, “no tuvieron que mirar más allá del incendiado edificio del Congreso y de la brutal represión policial para certificar el terrorismo de Estado implantado por el gobierno de Horacio Cartes para acallar a la ciudadanía…”. Y remata: “en cualquier país, el terrorismo de Estado causa la radicalización de la ciudadanía para resistirlo por todos los medios a su alcance”.

Pobre del escriba que tuvo a su cargo la redacción de semejante tilinguería, plagada de distorsiones conceptuales y alevosas falsedades. Ahora resulta que, según Zuccolillo, el incendio de la sede del Poder Legislatvo es responsabilidad… ¡del gobierno! Una cosa de locos, por decir lo menos. Claro, como no va a reconocer jamás que los hechos vandálicos protagonizados por la turba de delincuentes que asaltó el Parlamento fue alentada durante semanas por su diario y sus peones políticos (Efraín, Wagner, Desirée y “Marito”, entre otros), se vio en la obligación de convertir a aquellos en “héroes de la civilidad” y “expresión genuina del sentir ciudadano” en reacción al… “terrorismo de Estado”. Pero el relato, a esta altura, tropieza con un problema cronológico. La “represión brutal” a la que se refiere se desató con posterioridad a la destrucción del Congreso, que sus medios habían incitado, cuando la turba extendió el saqueo a otras sedes públicas y comercios del microcentro capitalino, al igual que el atraco a la sede del PLRA, donde fue asesinado el joven Rodrigo Quintana.

Desde ADN repudiamos los excesos cometidos, en el marco de una situación en la cual la Policía había sido completamente rebasada, y con más énfasis el crimen de Quintana, así como el atropello a un local partidario. Esos hechos deben ser investigados exhaustivamente y sus autores materiales y morales merecedores de un ejemplar castigo, al igual que los que intervinieron directamente, o desde la oscuridad, para provocar e instalar el caos la noche del 31 y madrugrada del 1°, en el afan de hacer tambalear al gobierno, por decir lo menos.

Ahora bien, ¿hay alguien, en su sano juicio, que pueda afirmar con algún fundamento que en nuestro país se instaló el “terrorismo de Estado”, equiparando al gobierno actual con el de, por ejemplo, Alfredo Streossner, que liquidó todas y cada una de las libertades públicas, apresó, torturó, asesinó o exilió a millares de paraguayos por el “crimen” de querer vivir en democracia? ¿O al de Videla, que secuestró y ejecutó a 30.000 argentinos, o el de Pinochet, que asesinó a 15.000 chilenos?

Pero vayamos a preguntas más concretas. ¿Acaso en un régimen que implementa el “terrorismo de Estado” la ciudadanía se manifiesta cuando quiere, donde quiere y dice lo que quiere, como contemplamos de manera frecuente? ¿Existen casos en la historia de que un gobierno de esas características sea partidario de dirimir las diferencias políticas en forma democrática, como en el caso de la enmienda, por medio de elecciones libres? ¿O que admita la existencia de un amplio abanico de partidos políticos, que van de derecha a izquierda, organizaciones sindicales, gremios campesinos que cortan rutas y ocupan la Capital por días?

Y una última, para no aburrir, porque hay muchas más: ¿Acaso podría, el desquiciado Zuccolillo, decir todo lo que dice desde su diario, todos los días de su vida, si hubiera tan solo algún indicio del terrorismo?

Él, mejor que muchos, sabe muy bien cómo funcionan regímenes de esa naturaleza. Fue parte y se benefició del stronismo por muchos años, avalando sus crimenes o encubriéndolos con su silencio cómplice. Y cuando se acomodó a los nuevos vientos que soplaban en la región, apenas dijo cuatro palabras y le clausuraron su diario.

Entonces, ¿de qué terrorismo nos habla “Don” Acero? El único que hoy conocemos, y padecemos, es el terrorismo mediático que despliega desde ABC Color, sin ningún tipo de considersaciones, aún en plena Semana Santa.

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