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A poner las cosas en su lugar

Los últimos meses se vivieron situaciones inéditas en el Poder Legislativo paraguayo. Las movidas que hubo en las bancadas de ambas cámaras hicieron que, de manera irracional, las mayorías fueran dejadas de lado mientras las minorías se atornillaban al poder con uñas y dientes.

Como consecuencia se produjeron  hechos que bien podían haber sido evitados si es que primaba el sentido común, especialmente en el Senado, en donde el grupete que durante 2 años tuvo el poder, lo perdió a causa del proyecto de reelección vía enmienda, y no pudo o no supo cómo acusar el golpe. Que la mayoría tuviera que buscar otro lugar para sesionar porque la minoría no le permitía usar la sala de sesiones de la cámara, si bien es perfectamente legal y legítimo, pareciera desprolijo, puesto que las decisiones tomadas en esas sesiones no se revistieron de los símbolos a los que estamos acostumbrados los ciudadanos.

Pero se tuvo que hacer, sencillamente porque el grupete, ya devenido en minoría, no aceptó la situación y bloqueó cualquier situación que corriera en contra de sus intereses. Por supuesto, durante este tiempo, disidentes y sectores de la oposición, ya sin votos, siguieron detentando el poder que les daba el haber manejado a su antojo a la mesa directiva y las comisiones asesoras.

En Diputados, la mayoría no cambió de manos. El oficialismo colorado, con sus aliados llanistas liberales y el Frente Guasu sigue contando con los votos necesarios para decidir las acciones de la cámara. Pero allí se dio una situación posiblemente más absurda que la que ocurrió en el Senado; el presidente del pleno, que pertenecía a la mayoría, decidió cambiar de carpa y pasó al otro sector, al de la minoría. Una sola persona cambió de bando, y eso bastó para que se produjera una serie de situaciones que también obligaron a la mayoría a autoconvocarse a 3 sesiones extraordinarias cuyas actas, ahora, son rechazadas por disidentes y efrainistas, quienes pretenden imponerse de manera arbitraria y violando cualquier norma vigente.

Así que muy bien se podría decir que las cámaras del Congreso fueron tomadas por asalto por las minorías, que aprovecharon el efímero poder que les quedaba para hacer su voluntad ignorando la del resto.

Pero todo esto terminará el sábado 1 de julio, cuando las nuevas mesas directivas asuman el poder y pongan las cosas en orden. Fernando Lugo en el Senado y Pedro Alliana en Diputados, serán quienes deberán reencauzar el trabajo del Legislativo hacia la institucionalidad y los principios republicanos.

A partir de allí se conocerá la conformación de las comisiones asesoras, fundamentales para el trabajo legislativo de las cámaras, y a partir de allí, será posible pensar en que el Congreso dé al Ejecutivo la necesaria gobernabilidad en este año eminentemente electoral.

Temas fundamentales, como los proyectos sobre financiamiento político y desbloqueo de listas, que deben estar vigentes antes de las internas partidarias de diciembre, y que fueron tantas veces postergados en la Cámara de Diputados, podrán tener un tratamiento normal, ágil y eficiente. Eso sin mencionar el proyecto que grava la exportación de soja o el que dispone la extinción de dominio, a fin de que quienes estén detenidos por tráfico de drogas no puedan seguir disponiendo de sus bienes.

Pensamos que desde el sábado tendremos un Poder Legislativo muy diferente al que tuvimos que sufrir durante los últimos años. Esperamos no equivocarnos.

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