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A ponerse serios

Es entendible que después de décadas de que la ciudadanía debió soportar que la peor parte de la clase política fuera la que tuviera acceso a escaños en el Legislativo, y luego de descubrirse que la misma Constitución había dado un arma contundente para librarse de alguien a quien la mayoría considerara indeseable, se haya hecho uso y abuso de la pérdida de investidura, proceso por el cual dos fueron destituidos y otros tres renunciaron antes de someterse al escarnio.

Pero ya está bien de tanto circo. No puede ser que la mayor parte del tiempo los legisladores lo pierdan con reuniones en comisión en donde uno de los colegas, acusado y con el pie al borde del abismo, deba presentar su descargo; y luego, en largas, soporíferas e insufribles sesiones en las que lo único que se hace es montar un show para los medios de comunicación y las redes sociales, porque la decisión ya está tomada mucho antes de que esas sesiones fueran convocadas.

Hay demasiados temas importantes porque pueden ser fundamentales para el cambio de la calidad de vida de la gente. Temas que han sido postergados varias veces, por falta de interés, de tiempo o de voluntad política, pero que ya no pueden seguir corriendo la misma suerte porque en este momento el país hace agua, literalmente, por todas partes y alguien debe encontrar la forma de parchar esos agujeros cada vez más abundantes.

Uno de esos parches puede ser, sin lugar a dudas, un marco legal más acorde con nuestra realidad en varias áreas, como en la parte tributaria o en el combate al crimen organizado. No hay soluciones ni leyes milagrosas, pero desde luego pueden contribuir a paliar de manera importante la acuciante situación.

Y esto lo decimos sin siquiera entrar en el fondo de la cuestión y de lo grave que puede ser el arma que da la Constitución al establecer la pérdida de investidura de una manera que casi podría ser considerada irresponsable, ya que lanzó la idea pero no puso ninguna condición para su aplicación, dejando al arbitrio de los legisladores hacer lo que en este momento están haciendo, utilizar la figura como arma para atacar a sus enemigos políticos.

Ponernos a analizar por qué la Convención Constituyente no consideró necesario establecer para los legisladores los mismos recaudos que para el presidente de la República y los ministros de la Corte sería muy largo y debería tener algún tipo de rigurosidad, así que lo dejamos para otro momento.

Pero también es cierto que dar tanta libertad para reglamentar la destitución de un parlamentario no tendría por qué ser malo, ya que podría primar el sentido común y respetar algunas cuestiones básicas, como la mayoría necesaria y la propia institución responsable del juzgamiento, porque expertos de varias disciplinas dicen que es un error hacer que el Congreso sea juez de sus miembros, algo que corresponde a un organismo de afuera.

En fin, el debate puede ser largo y, esperemos, serio. Por de pronto, insistimos en que hay que dejar el show y las cámaras deben ponerse a trabajar en lo que realmente importa, leyes adecuadas para solucionar los escollos que debemos enfrentar los paraguayos todos los días. No queremos legisladores deshonestos, pero deshonestos e inútiles y haraganes, ya es demasiado.

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